Crónica negra de Jaén (XI): el crimen del casino a las puertas del siglo XX
En 1896, un joven de familia “distinguida” disparó a otro, también de apellido respetado, a la salida del Círculo Español “por causas relacionadas con el tapete verde”
Crónica negra de Jaén (IX): cadena perpetua por el crimen de Lahiguera en el siglo XIX
A finales del siglo XIX, un periódico madrileño publicó una columna bajo el título Los crímenes del juego. En realidad fue sólo un crimen, no varios, pero lo más relevante, para lo que aquí y ahora nos ocupa, es que se cometió en el Santo Reino. “Asesinato en Jaén”, rezaba el cintillo. Fue El Heraldo de Madrid, en su edición del 13 de mayo de 1896, el medio que informó sobre unos hechos que habían “llegado a alarmar y consternar al vecindario” de la capital de la provincia hacía “pocos días”. Todo ocurrió, según las fuentes del periódico, “a la puerta del Círculo Español”. En un momento dado, “por causas relacionadas con el tapete verde”, de “la sala de recreos” salieron dos individuos “discutiendo acaloradamente”. “Al llegar a la puerta del edificio, uno de ellos sacó un revólver Smhit”. Aun trabucando las letras, el periodista probablemente se refería a un arma de la conocida empresa Smith&Wesson, fundada en 1852 en Estados Unidos. Hoy en día es el mayor fabricante de armas cortas del país norteamericano.
"Apártese, que lo mato"
Según los testigos presenciales consultados por el periódico, el otro individuo, al ver el revólver, trató de huir “repitiéndole varias veces al agresor”: “No me tires, no me tires, que estoy indefenso”. Pero el aludido, “lejos de deponer su actitud”, le dijo “a una mujer que pasaba por el lugar del suceso”: “Apártese, que lo mato”. El tipo cumplió su amenaza, o al menos lo intentó. De acuerdo a la crónica, su disparo “fue tan certero” que la víctima “cayó en tierra casi exánime”. Tras ello, el pistolero volvió a entrar en el casino.
Dos "familias distinguidas"
El Heraldo detalló que ambos, agresor y víctima, pertenecían a “distinguidas familias” de Jaén. El primero se llamaba Manuel Contreras Hernández, tenía 25 años y era “sobrino de un senador electo y magistrado de un alto tribunal de justicia” cuyo nombre no aparece en la noticia. El otro era Ángel Gutiérrez Fernández, tenía “casi la misma edad” que el agresor y era hijo “de una respetable persona” de cuya identidad sólo se dijo que era “depositario de los fondos provinciales de Jaén” desde hacía “más de veinte años”.
“Pasado el primer momento de estupor” tras el disparo, algunos testigos presenciales corrieron a auxiliar al herido, según la crónica, y lo llevaron “en una silla” a la casa de socorro “más inmediata” y, de allí, al hospital. Lo reconoció y asistió el médico numerario “Eduardo Balguesias”. Probablemente el cronista cometió otro error al transcribir el apellido y quisiera referirse a Eduardo Balguerías Monereo, que fue médico de la Beneficencia Provincial de Jaén y padre de Eduardo Balguerías Quesada, quien fuera nombrado director del Real Jardín Botánico de Madrid en 1950, un año antes de que costeara, junto a su hermana Dolores, la actual cruz del cerro de Santa Catalina.
El doctor descubrió una herida producida por arma de fuego “en el lado izquierdo del pecho” del herido, “por debajo de la séptima costilla”. Cuando se publicó la crónica, aún no se había logrado extraer el proyectil. El estado del hombre era “gravísimo”. Tampoco se había detenido aún al pistolero. Ni siquiera se había practicado ningún registro en el Círculo Español. “Unos dicen que Contreras Hernández está en su mismo domicilio, otros en una finca del término de Villares, pero el caso es que no aparece”, reza la noticia.
"Indignación" en Jaén
Entre otros rumores, se comentaba que el presidente de la Audiencia Provincial, el señor Pozzi -quizás Felipe Pozzi y Genton- había dirigido “un expresivo telegrama al ministro” -no se especifica cuál- “quejándose” de que todavía no se hubiera echado el guante “al criminal”. “La indignación que reina en Jaén con motivo de este crimen es grandísima, y hasta se había de ejercer la acción popular para ayudar a la justicia”, concluye la noticia de El Heraldo. El desenlace del caso es un misterio para quien hoy firma este texto. En principio, no hay más noticias al respecto en los archivos de libre acceso de la Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional. Acaso cabe pensar en la intervención de alguna mano negra -hay que recordar que el pistolero era “sobrino de un senador electo y magistrado de un alto tribunal de justicia”- para silenciar mediáticamente el asunto. Fuera como fuese, no hay fuerza más potente que el tiempo para sembrar de oscuridad todo cuanto ocurrió desde que la bala salió del revólver.
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