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No quería escribir más de Venezuela, tengo pesadillas, veo las imágenes finales de Sadam Husein y Gadafi con la cara de Maduro. Y siento alivio. Esto me mata, que sienta alivio con la muerte sangrienta de otro tirano. Las imágenes finales de los Ceaucescu me producían un estado de desasosiego parecido. El tiranicidio era permitido por los Santos Padres pero no me importa, solucionar los problemas políticos mediante la violencia y el asesinato no son señales del progreso humano, lo sería el que fuera imposible que un tirano se hiciera con el poder en un país. Porque el conjunto de los otros países deberían impedirlo. En el caso que nos ocupa, qué efecto sobre el tirano y su régimen produciría la presencia de ejércitos en sus fronteras, ejércitos de países democráticos. Con la orden de intervenir si el tirano no se aviene. Ahora hemos sabido que el líder de la oposición a Maduro, que le ganó ampliamente las elecciones presidenciales, ha sido traído a España en un avión militar español. Puente de plata, pues. Y José Luis Rodríguez Zapatero en la mediación. A los actores se les podría poner la cara de políticos españoles para que la reconstrucción fuera más verosímil. O sea, alguien gana las elecciones ampliamente pero el presidente hurta esos resultados, hace desaparecer las actas y persigue a sangre y fuego a la oposición. Hasta el punto de que el líder ganador se tiene que esconder en una Embajada, pues sería encarcelado y quién sabe si asesinado. Se trata de una tiranía, no se olvide, una tiranía que no se para ante nada para mantener el poder. La cifra de seis millones de exiliados es bien ilustrativa. Sólo se vive una vez. Pero el mundo no es unívoco, hay países que apoyan esta tiranía por motivos diferentes. Son países poderosos, definitivamente peligrosos. El mundo se ha convertido en un lugar complicado, apenas recordamos los días finales de 1945, cuando nos sacudimos la tiranía nazi y el imperialismo genocida japonés. El respiro de ese año final duró poco. Y desde entonces hasta Maduro el camino nunca fue llano ni expedito. Venezuela fue durante un tiempo la esperanza de Hispanoamérica, y mirad en dónde la ha puesto un militar golpista y su heredero, este tirano que nos avergüenza. Exilio, cárceles, represión violenta, asesinatos. Y el puente de plata que le han puesto a Edmundo González, que cometió el imperdonable delito de ganar las elecciones presidenciales de su país. Quedan allí millones de venezolanos para sufrir en sus carnes los tormentos del tirano, o el puente de plata a todos los exilios, como su millones de compatriotas, derramados por el mundo. Trágico.
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