NOTAS AL MARGEN
David Fernández
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Las palabras de Ione Belarra para justificar el voto a favor del embargo de armas que previamente había calificado de “embargo fake” y maniobra del Gobierno “para hacer electoralismo barato con un genocidio” que pretende ganar puntos políticos a costa del sufrimiento palestino –acusaciones graves donde las haya- son para enmarcarse: “Hoy vamos a permitir la convalidación de este real decreto precisamente porque pensamos que es la mejor forma de que todo el mundo pueda ver que España sigue manteniendo relaciones militares con Israel y que esto no es por ningún voto de ningún grupo en el Parlamento sino porque el Gobierno ha hecho un embargo fake”. Es decir, que van a votar la aprobación de algo para demostrar lo perverso que es lo que gracias a ellos se va a aprobar. Fantástico. Inmejorable.
También dijo: “Nos vamos a dejar la piel en las calles y en las instituciones para que España rompa todas sus relaciones militares, económicas, tecnológicas, culturales o deportivas con los genocidas. Y animamos a la ciudadanía movilizada a seguir organizándose para conseguirlo. También el próximo 15 de octubre en una huelga general en la que tenemos que pararlo todo”. Lo que plantea varias preguntas, sobre todo en el terreno cultural. ¿Romper todas las relaciones cultuales con Israel supone hacerlo también con los intelectuales, escritores y creadores israelíes que, como Amos Oz, Abraham Yehoshúa y David Grossman llevan años luchando por la paz, apoyando la creación de un Estado palestino, oponiéndose a Netanyahu y, en el caso de Grossman, el único aún vivo, criticando con el mayor rigor la brutal desproporción de la respuesta a los atentados del 7 de octubre de 2023? ¿Supone no oír las grabaciones de los israelíes Perlman, Barenboim y Zuckerman?
A las que se puede añadir la pregunta de si, en el caso de que prospere el proceso de paz (que tan mal ha sentado a quienes han aprovechado esta tragedia para vomitar su odio contra Israel y, en muchos casos, contra los judíos) va a mantenerse la convocatoria de manifestaciones y la huelga general. “El antisemitismo es el síntoma esencial del Mal absoluto y como tal hay que tratarlo, extirpándolo de la sociedad sin miramientos, radicalmente, y cualquiera que sea el ropaje ideológico que lo encubra”, escribió Jorge Semprún.
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