Confabulario
Manuel Gregorio González
R etrocediendo
La Barqueta
Ahora que parece que las aguas van más o menos en calma, quizá sea el momento de decir algunas cosas sobre la noticia del verano: que una bailaora japonesa, La Yunko, se plantara en el Festival Internacional del Cante de las Minas y ganara El Desplante, algo que no había ocurrido en toda la historia de un certamen creado en 1961, en pleno franquismo. Los guirijondos nunca habían ganado nada en el concurso murciano. Llegó la japonesa, Yunko Hagiwara, con sus cositas bien preparadas, bailó sin complejos, con buena escuela, embadurnada de sevillanía, y un jurado le dio el premio. Fui miembro del tribunal y le di más puntos que a sus dos competidoras, lo que me ha costado un terrible acoso en las redes, hasta el punto de tener que abandonarlas durante unos días por recomendación de un experto en delitos online.
¿Creen que se lió parda solo porque La Yunko no era mejor bailaora que sus competidoras en la final, aunque fuera la más votada por el jurado? Lo cierto es que, y aunque sea duro decir esto, pesó el hecho de que una bailaora japonesa ganara un concurso de baile flamenco en el que había bailaoras andaluzas. Ya había conseguido otros concursos menores, pero ganar en La Unión era hacerlo en el mejor certamen flamenco del mundo y consagrarse como profesional. Ganó una japonesa, sí. ¿Y qué? Los japoneses cantan, bailan y tocan la guitarra, lo hacen con sentimiento y, sobre todo, con conocimientos. Será difícil que un cantaor o una cantaora de este país ganen algún día la Lámpara Minera. Pero ya han logrado El Desplante y en los próximos años vendrá un guitarrista nipón y ganará el Bordón Minero, porque hay sonanteros japoneses de enorme calidad.
¿Queremos solo a los japoneses para venderles entradas de la Bienal, trajes de Pilar Vera, guitarras de Barbas y castañuelas Jale? ¿Cuánto dinero les han sacado los maestros del cante, el baile y el toque diciéndoles que el flamenco es un sentimiento universal y que no hay que tener sangre de El Planeta o La Mejorana para sentirlo? Hace seis o siete décadas ya había en Madrid una guirijonda bailando en El Duende, el tablao de Pastora Imperio y su yerno Rafael Gitanillo, Margarita la China. Muchos artistas han criado a sus hijos yéndose meses a Japón para pagar las letras del piso y tener un buen coche. Y ahora, en el siglo XXI, ¿van a quemar en la hoguera de la hipocresía a un jurado por darle un premio importante a una bailaora nipona que, además, baila bien, entre otras razones porque lleva media vida en Sevilla y le hemos sacado el jurdó enseñándola?
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