EDITORIAL
La Justicia y los tiempos
En España se produce una cada vez mayor disociación entre los datos macroeconómicos que proclama el Gobierno como exponentes de la buena marcha de la economía del país –“España va como un tiro”, afirmaba el pasado fin de semana el presidente Pedro Sánchez– y la realidad a la que se tienen que enfrentar todos los días los ciudadanos para atender a sus necesidades básicas de vivienda o de alimentos. Nadie puede dudar que las grandes cifras marchan bien y que España está a la cabeza del crecimiento de la UE, una situación que se mantiene desde hace tiempo. De acuerdo con los datos del tercer trimestre de este año, el ritmo interanual de aumento del PIB es del 2,8%, un dato que se puede considerar bueno, aunque sea algo inferior al del trimestre anterior. Esta realidad, que se complementa con la buena marcha de la afiliación a la Seguridad Social o el espectacular crecimiento del Íbex, convive con una cesta de la compra disparada muy por encima de los niveles de inflación y que, en la práctica, supone una merma del poder adquisitivo de los salarios. Según datos del Banco de España, los precios de los alimentos subieron entre 2019 y 2024 un 19%, superando la media de la Eurozona, que se quedó en el 13%. En octubre de este año, los alimentos frescos estaban un 8% más caros que el año anterior. En algunos alimentos básicos las subidas han sido estratosféricas, especialmente en los huevos. Debido a diversos factores, sobre todo la gripe aviar, el precio de los huevos ha subido un 50% en lo que va de año y un 137% si se toma como referencia el año 2021. Estos son datos de la economía real, la que afecta el bolsillo de los españoles y a su capacidad de llegar al final de mes. No contradicen las grandes cifras macroeconómicas, pero sí deberían rebajar la euforia con la que el Gobierno quiere vender un paraíso económico que está lejos de ser la realidad del día a día.
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