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La maleta del bandido
Nuestro Pedro Sánchez se equivocó el otro día, cuando en su alocución sin preguntas nos ofreció a los españoles el regalo de su continuidad como presidente, al no elegir la hora del aperitivo para anunciar la buena nueva. Todos los comentaristas no han caído en que lo único que une a las Españas que están cuarteadas, es el bendito y sagrado aperitivo. Incluso lo hizo antes de la hora del Ángelus, o cuando ya puede beber vino el Papa. Hay que ser poco considerado. Si el político de Tetuán hubiera caído en esto, seguramente hubiera empezado diciendo, señores tomen un vermú y sobre todo una ensaladilla rusa para alegrarse lo que les voy a contar.
Y entre esos planes tenía que haber hablado en vez de la regeneración de la democracia, que nadie sabe lo que es, desde luego no los sindicalistas del marisco, de la necesidad de poner en orden el asunto capital y de Estado como es la ensaladilla rusa.
Ese platillo que dice tuvo origen en época de los zares, aunque fuera un cocinero francés su creador, o también de algún tratadista italiano en Londres, esto es, viajero, y que se concibió como una especie de amalgama de cosas con la mayonesa como elemento denominador. Y eso es lo que tenemos en España, mucha salsa, aunque a veces sea demasiado espesa y sin buen aceite de oliva ni artesanía. Lo industrial, o el trazo grueso de esta política incendiaria y de las dos Españas, que aburre tanto como algunos camareros siesos. Así, no tenemos acuerdo del CGPJ, ni si la ensaladilla tiene gambas, atún, hay que historiarla, o si vale todo con ese nombre. De hecho, en tiempos del régimen anterior, se llamó Imperial para no confundir, y hoy habría que empezar a inventar algo que quizá fuera la ucraniana.
Rusa, de verdura, de bonito, de gambas, de pulpo. Con guisante o sin él, con zanahoria o sin ella, con pimiento, con aceituna (verde o negra). Son infinitas las combinaciones e infinitos los resultados. Vamos, como la aritmética parlamentaria del cocinero Sánchez. Hay dos ingredientes fundamentales que siempre están, y marcan irremisiblemente el resultado final: la patata, que debe estar bien cocida y ser de calidad (uno la prefiere a trocitos y no machacada), esa que ya no quieren cultivar nuestros agricultores hartos de la Unión Europea, y la consabida mayonesa. Dentro de todas las versiones probadas, quizá podríamos hacer dos grandes grupos, ensaladilla rusa (con atún o bonito) y ensaladilla de gambas (véase gambón, langostino,..). Esta más habitual por el suroeste de España, donde se nombran “ensaladilla”, las otras que llevan apellido. Bueno, donde ya no gobierna Sánchez. Habrá que regenerarla.
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