Enric Ros: "Las narrativas superheroicas han calado en los nuevos millonarios"

TODOS LOS HÉROES, EL HÉROE. Enric Ros (Barcelona, 1970) es escritor, periodista cultural y guionista. Entre muchas otras propuestas, ha coordinado junto a Raquel Crisóstomo los volúmenes Mad Men o la frágil belleza de los sueños en Madison Avenue y Regreso a Twin Peaks. Sigue los entresijos de las narrativas sobrehumanas de la cultura pop haciéndole un guiño a Joseph Campbell con El superhéroe de las mil caras (Errata Naturae), un “ensayo sobre héroes y heroínas, universos y multiversos, democracia y fascismo, capitalismo y sublevación”.
–Entre todos los homenajes, el del título va para Joseph Campbell.
–Tiene mi admiración por haber abierto con El héroe de las mil caras una serie de vías en su momento muy estimulantes en la forma de trabajar los mitos. En su época, nadie había tratado así los mitos de la cultura popular, y ha tardado en profundizarse en el tema, a excepción de autores como Eco.
–Y eso aunque, a quien le gusten ambas cosas, mitología y mitos actuales, tienda a lanzar conexiones.
–A veces con comparaciones forzadas, pero sí. Imagino que hay lectores que no quieren más que divertirse leyendo superhéroes, y está muy bien, pero luego algunos hemos integrado todo ese lore sin placer culpable entre medio de muchas cosas. Yo también atravesé mi etapa de “temas serios y adultos”, pero luego he vuelto a retomar a Marvel y DC tanto por nostalgia como para tejer hilos entre lecturas adultas y de adolescencia; y también desde lo sorprendente que me resulta que todos estos mitos de los años 60, 70 y 80 estuvieran tan presentes hoy día en la narrativa popular.
–La mitología va desgranándose hasta pasar de lo imposible y asombroso al desafío a los dioses de Odiseo. Repasando el recorrido del cómic de gran tirada, vemos que ocurre algo parecido.
–Hay dioses, seres humanos y héroes que tienden a la inefabilidad y a lo inasible, y otros que tienden a lo mundanal e imperfecto. Los superhéroes de DC tenían perfiles que representaban ese tipo de héroe solar con poca toma a tierra. En Marvel, sin embargo, todo estaban traumatizados, eran imperfectos, cometían errores, se torturaban... Trasmitiendo además una sensación de desajuste que compartía el mundo del lector adolescente, el epítome de esto podría ser la Cosa del Pantano.
–En su adaptación a las modas, ¿reflejan las cuestiones sociales a las que nos enfrentamos?
–Me gustaría decir que no y creer que somos más adultos. Pero tengo la sensación de que el ser humano alivia la sensación de desamparo con cierto consuelo en seres capaces de hacer proezas. Esa sensación que tenemos todos de que hemos perdido el respeto a las entidades absolutas, a la clase política y empresarial... Se ha roto el pacto social de forma global. La narrativa superheroica esconde una especie de anhelo.
"AÚN EXISTEN PREJUICIOS RESPECTO AL CÓMIC"
–Chumy Chúmez decía que lo social no era el negociado de Superman.
–Hay veces que, desde la madurez, ves a Batman, por ejemplo, como un apalizador de pobres desgraciados. Y, precisamente, la clase social de Batman sería la que es capaz de regenerar Gotham. Es muy sintomático que uno de los héroes más populares hoy día sea Ironman, la encarnación del megacriptobro. De hecho, se ve que las narrativas superheroicas calaron en muchos de estos nuevos millonarios. Elon Musk tiene propósitos hasta ridículos: lo mismo es que ha leído estos cómics y no los ha asimilado.
–Bueno, está el gran juego de qué sesgo político tiene cada superhéroe, cosa que hasta se ha tratado.
–Claro, en el lado de la izquierda estaría Flecha Verde. Spiderman representa a los pobres pringados que luchan por pagar las facturas: él mismo participa en la propia dilapidación de su honor vendiendo las fotos que se saca como Hombre Araña. Luego hay otros personajes que hacen viajes curiosos, que no te esperas: por ejemplo, Daredevil era un personaje muy gris, de valores católicos, etc, y en manos de Miller se convirtió en alguien muy atractivo. O Hulka, que nació como el típico personaje de vestuario de chicos, y de repente empezó a desarrollar perfiles más complejos... El tema de las superheroínas ha sido tremendo durante mucho tiempo: nunca se me olvidará la presentación de Bárbara Gordon (Bat Girl), que se cose su traje y recibe un broncazo de la autoridad patriarcal (Batman y Robin), que ni se han preocupado por eso.
–¿Cree que es posible la supervivencia generacional?
–Los superhéroes están muy unidos a una generación muy específica: ahora, los chavales leen mucho más manga. Los sellos los siguen editando para mantener a una especie de fandom, al reflujo de las pelis o de la nostalgia de los mayores. Marvel es ya más bien una productora audiovisual unida a Disney, sólo que mantiene el guiño a una generación. ¿Qué pasará con el negocio? Esa es la gran pregunta, porque quizá somos la última generación de lectores en papel de periódicos y revistas, y el cómic termine desplazándose a esa especie de producto de lujo.
–Y, ¿cómo diría que va hoy día la cuestión de la alta y baja cultura? ¿Sigue siendo el cómic algo no digno o ya lo hemos superado?
–Yo diría que de algún modo sí persiste el prejuicio. Hemos derribado las diferencias entre alta y baja cultura, pero el cómic no ha llegado a ser un objeto cultural respetable. Hay especialistas en mitos que apenas leen literatura, y otros que leen literatura y apenas tocan los tebeos. A mí, me fascina que Umberto Eco dijera que leía un rato de Homero y otro, superhéroes; y que seamos capaces de citar en una frase a Hegel y a Rosalía.