Marcos Nogales, periodista y poeta: "A la poesía y a la religión las une la contemplación"

Marcos Nogales ha recibido un accésit del Premio Adonáis de Poesía por 'Salto de fe', poemario en el que convergen la cultura católica, la memoria o el humor

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El periodista y poeta Marcos Nogales
El periodista y poeta Marcos Nogales / DS
Gonzalo Gragera

27 de mayo 2025 - 03:00

El periodista y poeta Marcos Nogales (Móstoles, 1994) recibió el pasado mes de diciembre un accésit del Premio Adonáis por Salto de fe, poemario en el que este o aquel episodio de los Evangelios es sustento para la idea del poema. Se podría decir que la fe –o la creencia religiosa- es un soporte que ayuda a sostener –o a construir- la poesía de Nogales. Una poesía que sigue esa fórmula de convertir lo anodino en trascendente, la cosa cotidiana en una imagen formidable. Nos recuerda a Amalia Bautista, a Enrique García-Máiquez, a Miguel d’Ors o a José Mateos –nos recuerda a grandes nombres-. Charlamos con el poeta acerca de este primer libro, que nos resulta un acontecimiento, por discurso y por factura. Por su fondo y por su forma.

Pregunta.-¿Si fe le sirve de apoyo para la construcción de sus poemas?

Respuesta.-Cuando empiezo a escribir estos poemas siento que rescato, a través de ellos, la cultura religiosa, y especialmente la cultura católica. Por supuesto desde un punto accesible, no elitista. Tampoco necesariamente pastoral. Reivindico las figuras religiosas con las que yo me he educado, con las que he crecido y con las que convivo. Hablo de citas bíblicas, parábolas u otras imágenes a través de la poesía. En el poema Mira su cruz está esa esencia de la convivencia de la experiencia religiosa y la poesía de una manera llana y accesible. No es poesía mística, una oración o un libro de meditaciones. He querido que mi libro dialogue de manera pop con el mundo.

P.-¿En qué coinciden, a su juicio, creencia religiosa y poesía?

R.-Son una forma de observar el mundo. Son una forma de contemplación. A la poesía y a la religión las une la contemplación.

P.-¿El poema es oración?

R.-Todo es susceptible de ser oración. Un Whatsapp a mi pareja diciéndole que voy a llegar tarde de trabajar, que no me espere para cenar pero que mañana le haré la comida, eso es una carta de amor. Y una carta de amor es una oración, claro.

Estamos todo el rato marcándonos retos grandilocuentes, y hemos olvidado lo introspectivo"

P.-¿Por qué tiene usted fe?

R.-A nivel personal tengo fe porque en mi día a día siento la reclamación de algo más grande. Es decir, las cosas que voy viviendo me empujan a plantearme una explicación mayor. Pienso que lo que me sucede tiene como origen una trascendencia. Me interesa mucho la fe que propongo en mi poemario, que es la que he vivido en la Iglesia y en mi familia. Es una forma de vivir la fe de manera muy cotidiana y muy entroncada con el día a día.

P.-En uno de sus poemas nos sugiere que la poesía sobrevive a cualquier amor. Es decir: el amor pasa, la vida pasa, pero ese lenguaje del poema siempre quedará ahí.

R.-Sí. Siento que la poesía nos sobrevive a los autores. O que sobrevive, en general. Me pasa con muchos libros o poemas. Cambian nuestros momentos vitales pero la poesía permanece. El poema al que haces referencia, creo, es el de los libros gemelos. Qué pasará con esa biblioteca compartida, si lo dejo con mi pareja. Ojalá no pase, claro, pero si sucediera me pregunto dónde quedaría todo eso que hemos compartido, todos esos libros que en cierto modo nos han construido.

P.-Tiene un toque humorístico –muy sutil- el poema en el que trata la impostura de ese lenguaje laboral en el que todos estamos inmersos.

R.-(Risas). Sí, pero soy el primero que cae en ese lenguaje. En el poemario hay temas principales como puede ser la fe o la memoria, pero el humor también está presente. En ese poema vemos a Lázaro, quien se sorprende de ese lenguaje laboral, lleno de anglicismos. Me parecía divertido recrear la imagen de una oficina que no se sorprende de ver a un resucitado, sino que este resucitado se sorprende al ver cómo se habla en una oficina de hoy, del siglo XXI.

P.-Dice usted que al hombre del siglo XXI le ha comido el personaje.

R.-Sí.

P.-¿Por qué?

R.-Hoy, por ejemplo, nos relacionamos de una manera en la que primamos lo digital a lo presencial. O aceptamos términos de otras culturas, prescindiendo de los propios, porque así parecemos más interesantes o más inteligentes. Hablamos cada vez más raro.

La fe también nos obliga a detenernos –en este mundo de la prisa- y a preguntarnos qué sentido tiene todo"

P.-¿Qué personaje interpreta el hombre de este siglo?

R.-Vivimos en el mundo de la prisa constante, de tener unos objetivos todo el rato. Veo que las redes sociales son para las relaciones de trabajo y no para el encuentro personal. Estamos todo el rato marcándonos retos grandilocuentes, y hemos olvidado lo introspectivo. Pero a la vez creo que ese carácter de querer más, bien manejado, es una oportunidad. Me llama la atención que se critique siempre las redes sociales, pero a mí las redes sociales me han descubierto artistas, personas, obras de arte, literatura… He conocido a mucha gente por redes sociales. Hoy día disponemos de multitud de herramientas para reflexionar conjuntamente; sin embargo, las desperdiciamos, pues tendemos a estar siempre viviendo con la prisa.

P.-¿Y en ese mundo qué puede hacer la poesía?

R.-Por un lado, invitarnos a mirar diferente; por otro lado, obligarnos al reposo. Leo mucha poesía en el autobús, en el móvil… pero si quieres leer poesía en serio necesitas relajarte, pararte, sentarte. El poema te obliga a pararte.

P.-¿Y la fe?

R.-La fe nos exige el hecho de preguntarnos qué soy yo frente a la trascendencia. Desde mis amigos católicos, musulmanes o ateos… todos compartimos esa pregunta. Todos nos preguntamos qué pasará con la gente que queremos una vez estos estén ya ausentes. La fe también nos obliga a detenernos –en este mundo de la prisa- y a preguntarnos qué sentido tiene todo.

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