“Donde está el cadáver, allí se reunirán los buitres”
Franco: 50 años, 50 historias [50/50]
Víspera de un cincuentenario con morbo, memoria y olvido. 50 años de la muerte del hombre de la guerra que murió en el hospital de La Paz. Que dejó todo “atado y bien atado”, incluida la sucesión
Mañana se muere Franco y yo con estos pelos. Fue malo malísimo, es verdad, pero yo tenía 18 años. Algo parecido dice Giacomo Casanova cuando añora tiempos procelosos en los que sin embargo su lozanía le permitía llevarse de calle a las mujeres de Viena, Venecia y media Europa. No sé si lo contaba en la película de Fellini inspirada en su autobiografía, rodada el año de 1975. Ese año se pararon todos los relojes. En este Regreso al Futuro no voy a viajar en el legendario DeLorean DMC-12, el coche de la película de Robert Zemeckis que vimos horas antes de que naciera mi hija Andrea. Me trasladaré en un autobús de Tussam. Algunos llevan esa cifra en su carretería porque es el año que empezaron a funcionar los vehículos de la empresa municipal de transportes de Sevilla.
Hay detalles que he conservado a lo largo de medio siglo. El cambio de programación de Televisión Española (La 1 entonces también era líder de audiencia) en la noche del 20 de noviembre de 1975 programando Objetivo Birmania en lugar de la película anunciada, Satán nunca duerme; el hecho insólito de que el mismo día que enterraban a Franco en el Valle de los Caídos, España presentaba en Guatemala su candidatura para organizar el Mundial de fútbol de 1982. El año que ganaron los socialistas. Franco tenía un punto maléfico de visionario y no sólo por la encomienda que le hizo al rey Juan Carlos, a quien nombró su sucesor el año que el hombre puso el pie en la Luna. El último diplomático que le presentó sus cartas credenciales, Belisario Betancur, nombrado embajador de Colombia en España, sería en 1982 elegido presidente de su país, el mismo año del Nobel de Literatura de su compatriota Gabriel García Márquez y del triunfo electoral de Felipe González y sus 201 dálmatas.
Cuando muere Franco, Fernando Soto y Eduardo Saborido siguen en la cárcel, liberados nueve días después por la amnistía del primer decreto firmado por Juan Carlos I. Arturo Pérez-Reverte estaba perdido por el Sahara buscando al líder del Frente Polisario. Los grandes olvidados. El 6 de noviembre de 1975, Hasán II convocó la Marcha Verde. Areilza, hombre clave en las visitas de Evita Perón en 1947 y de Eisenhower en 1959, confiaba en que sería el timonel nombrado por el Rey. Su desengaño fue mayúsculo. Franco era paisano de Pablo Iglesias, de quien en unos días se conmemora el centenario de su muerte. El dictador ferrolano nace y muere el mismo año que Haile Selassie, a quien recibió en el Pardo. Franco viajó mucho menos que el Negus, su viaje más largo según sus biógrafos fue a Londres para asistir a los funerales del rey Jorge V. Una de las muchas muertes de ese año 1936 que relata Saramago en su novela El año de la muerte de Ricardo Reis.
Estas cincuenta historias en los cincuenta años de la muerte de Franco es un homenaje que le hago a mi padre, que me guardó sin que yo lo supiera todos los periódicos de aquella jornada en una carpeta de las que utilizaba en su trabajo de contable de la empresa Calvo Sotelo. Mi padre tenía diez años cuando estalla la guerra. Para un niño tuvo que ser una experiencia tremenda. En casa había más libros de la Segunda Guerra Mundial que de la Guerra Civil. Yo supe mucho antes de Treblinka que de Guernica o Paracuellos del Jarama. La cosa más importante que me pasó en 1975 fue el nacimiento de mi hermano Mario, que también es mi ahijado. Somos capicúas: del 57 y del 75. Con él mis padres cerraron la espita de la estirpe. Un equipo de baloncesto. El último día de 1975, mi padre cumplió 50 años. Se cortó la coleta de la paternidad con 49, los años que yo tenía cuando nació mi hijo Paco, que reunió a sus amigos para que me hablaran en la Alameda de cómo habían tenido noticias de Franco.
Agustín Tamames ganó la Vuelta Ciclista a España, el Bayern Munich su segunda Copa de Europa consecutiva (la primera, ay, un año antes al Atlético de Madrid de Reina, Gárate y Luis Aragonés), Mercedes Salisachs ganó el Planeta con La grangrena y Francisco Umbral el Nadal con Las Ninfas. El Betis le ganó al Barcelona de Cruyff con un gol de Cardeñosa y el Sevilla había vuelto a Primera División. La semana que muere Franco, el Calvo Sotelo de Puertollano, mi pueblo, estaba en puestos de ascenso a Primera. Flor de un día.
Periodistas de raza como Luis Ángel de la Viuda, Manuel Martín Ferrand o Alejandro Fernández Pombo dirigían algunos de los periódicos que me guardó mi padre. Uno de ellos titulaba el 20-N con un eufemismo maravilloso: Evoluciona Desfavorablemente, en el que igual se inspiraron los pedagogos del futuro cuando se inventaron el Progresa Adecuadamente. Luis Lezama acababa de abrir junto a la Plaza de Oriente la Taberna del Alabardero, que se le llenó de periodistas nacionales y extranjeros para enviar sus crónicas. La cola de las condolencias llegaba a las puertas del restaurante y entre los dolientes, el cura vasco y apoderado de toreros vio a Lola Flores y Antonio Ordóñez con sus familias.
Franco, el hombre de la guerra, murió en el hospital de La Paz. ¿Qué dirán los historiadores de él cuando pasen cien años? La Historia no es una disciplina estática. No deja de moverse. Ramón Tamames publicó en la colección de Alianza Universidad el libro La República. La Era de Franco. Participó en el contubernio de Múnich, conoció la cárcel con otros hijos de vencedores (Pradera, Sánchez Mazas…), fue concejal y diputado del Partido Comunista y con los años presentó la moción de censura que Vox presentó contra Pedro Sánchez. Franco agoniza. 1975 fue el primer año de ese siglo que no llegó a su cumpleaños. El Ferrolano quiso ser como Escipión el Africano. Lo dejó todo atado y bien atado. Vizcaíno Casas lo resucitó, pero parece que no fue el único. Despierta fobias y filias. Del Evangelio de san Lucas: “Donde está el cadáver, allí se reunirán los buitres”.
Francisco Franco Bahamonde. En los inicios contó con muy pocos apoyos. Sanjurjo y Mola, dos de sus correligionarios, murieron en sendos accidentes de aviación. Un hermano le fue leal y lo colocó de embajador en Portugal. Otro fue aviador, republicano y amigo de Blas Infante. Murió en accidente de vuelo.
Franco nombró más de un centenar de ministros. Ni una ministra, claro. La mujer no podía abrir una cuenta sin permiso del marido. Dos de esos ministros salieron del ostracismo gracias a la literatura. Rafael Sánchez Mazas, ministro sin cartera, en Soldados de Salamina, de Javier Cercas, y Juan Luis Beigbeder, ministro de Asuntos Exteriores, en El tiempo entre costuras, de María Dueñas. Franco ha muerto. Satán nunca duerme. Para mayores de 18 años.
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