A Pedro Sánchez se le desbarata el tinglado

Las Claves

Hoy sólo un partido es total y absolutamente fiel al presidente desde el punto de vista de los apoyos parlamentarios: Bildu. El resto depende de las circunstancias

Pedro Sánchez interviene en el Congreso esta semana. / Eduardo Parra / EP

26 de octubre 2025 - 06:01

Sigue Pedro Sánchez intentado presentar su mejor cara, aunque con escaso éxito porque las huellas que dejan la sobrecarga de problemas no se borran con maquillaje y sonrisas que, de forzadas, parecen muecas. A diario media docena de periódicos publican noticias estremecedoras sobre cómo se las gastaban algunas personas del círculo sanchista. El presidente sigue negando todo, pero su credibilidad se ha venido abajo cuando se ha demostrado que las fuentes de las noticias proceden directamente de la UCO y de personajes que han colaborado con el sanchismo en operaciones que podrían ser delictivas. Y que, viendo su futuro negro, deciden dar su versión. O colaboran con la Fiscalía para salir mejor parados cuando tengan que verse ante un tribunal.

Sánchez y su escudera María Jesús Montero continúan diciendo que presentarán los Presupuestos en días, pero incluso así, no tienen fácil lograr los apoyos. No hace falta ser muy inteligente para advertir que el tinglado que eufemísticamente se llama “la mayoría de la investidura” se está viniendo abajo. Hoy, sólo un partido es total y absolutamente fiel a Sánchez desde el punto de vista de los apoyos parlamentarios: Bildu. El resto depende de las circunstancias. Y estos últimos días las circunstancias de Junts, a quien el Gobierno cuida como oro en paño aunque políticamente están en las antípodas, son adversas para Sánchez.

El último anuncio de Nogueras y Puigdemont tiene en vilo a las figuras más importantes del sanchismo: mañana se celebrará una reunión de la Ejecutiva en Perpiñán para debatir sobre la conveniencia de seguir apoyando a Sánchez, y al día siguiente se hará una consulta a la militancia para que se pronuncie sobre la decisión tomada.

Ante esa reunión que puede hacer tambalear al Gobierno, se celebrará un nuevo encuentro de Puigdemont con los negociadores del Gobierno: Zapatero, el mediador salvadoreño y Juanfran Serrano, que sustituye a Santos Cerdán.

Sumar, el socio que ya no aporta

Desde Junts transmiten que si rompen con el presidente se plantearían apoyar una moción de censura “instrumental”, a la que pondrían condiciones: que el candidato fuera una figura independiente, no Feijóo, y que se presentaría sin dar protagonismo a Vox.

No es el único partido que pondría en juego la supervivencia del Gobierno. Sumar está absolutamente roto, se ha ido dejando socios en la cuneta, Podemos y Compromís; e IU en una posición ambigua, porque formalmente no ha abandonado la coalición, pero tiene vida propia al margen del partido de Yolanda Díaz.

También el PNV muestra signos de impaciencia. Hasta ahora apoya a Sánchez, que mantiene una buena relación personal con el nuevo presidente, Aitor Esteban, que sin embargo no conecta con Feijóo, que tenía a Urkullu como su principal valedor en el partido vasco. Pero el PNV es consciente del incremento de voto de Bildu, que en este momento está por encima del PNV en algunos sondeos, y distintas voces del nacionalismo dudan de la conveniencia de seguir apostando inequívocamente por Sánchez.

Si se visualiza la debilidad del presidente del Gobierno y por tanto su continuidad, es probable que el PNV acabe distanciándose, fiel a su eterna trayectoria de situarse lo más cerca de quien ostente el Gobierno, estrategia de la que ha sacado gran rendimiento hasta que Bildu se convirtió en uno de los apoyos de Sánchez.

La única alegríade Sánchez en los últimos meses han sido las declaraciones de Pablo Iglesias anunciando que Podemos abandonará su distante posición actual con el sanchismo, para retomar la relación anterior y asegurar al Gobierno sus 4 votos. Que, dada la precariedad que se visualiza cada vez que se celebran elecciones, son votos que pueden convertirse en indispensables. En este escenario tan complicado, en el que cada día apareen nuevas noticias que convulsionan a la sociedad y minan el prestigio del presidente y su círculo, hay aún más situaciones que confirman que Sánchez tiene razones para sentirse inseguro.

Su principal respaldo político y gubernamental –probablemente también personal, Félix Bolaños, ha perdido en el camino algunas de las leyes en las que Sánchez tenía más confianza para demostrar su poderío: la que promueve una reforma de la Justicia que ha provocado la protesta mayoritaria de la profesión, y la que pretende regular nuevas medidas para los profesionales de la comunicación, iniciativa que ha provocado toda clase de susceptibilidades, por lo que significa de control de los periodistas y de sus empresas, muy condicionadas por el publicidad institucional.

En relación con las dudas de la llamada ley Bolaños, en los últimos días ha habido un hecho muy significativo en el CGPJ: el bloque conservador, minoritario, se ha apuntado un éxito al imponer su criterio respecto a las presidencias de las comisiones del Consejo, contando con el apoyo de dos miembros progresistas: el vocal designado por Podemos, y la propia presidenta, Isabel Perelló, que desde el mismo día de su elección ha mantenido en una posición absolutamente alejada de componendas políticas para demostrar así su independencia.

Feijóo tiene la llave

Otra inquietud de Sánchez es la posibilidad de que se adelanten elecciones en varias autonomías. Las de Castilla y León deben ser en marzo de 2026, pero las crisis en Extremadura y Aragón por la falta de apoyo de Vox pueden obligar a Guardiola y Azcón a ir antes a las urnas. Y no es descartable que el PP promueva un superdomingo electoral con media docena de elecciones que pondrían al sanchismo en una situación de peligro.

Es cierto que Feijóo tiene problemas en sus gobiernos regionales y que Vox es capaz de no apoyar a un PP en minoría porque el partido de Abascal piensa sobre todo en las generales. Pero para Sánchez esos comicios están cargados por el diablo. Se celebrarían con el PSOE en pleno proceso judicial de casos sangrantes de corrupción –los peores, el del fiscal general y los relacionados con la familia presidencial– más el temor a que Ábalos y Cerdán lleguen a un acuerdo con la Fiscalía. Por no mencionar que al PSOE no le interesan unas elecciones autonómicas, aunque no sean en toda España.

Ninguno de los cinco ministro que son candidatos –María Jesús Montero, Óscar López, Ángel Víctor Torres, Pilar Alegría y Diana Morant– cuentan con la menor posibilidad de hacerse con el triunfo; a Sánchez le interesa que se mantengan para primavera de 2027 y tratar mientras de que se incremente el desgaste de Feijóo. Si no lo consigue, además de perder a algunos de sus ministros que, con pocas ganas, tendrán que dejar el Gobierno para defender su candidatura, el efecto arrastre para las generales, cuando se celebren, sería demoledor.

Sánchez trata de pasar por encima de sus muchos problemas volcándose en la política exterior, pero tampoco logra excesivos éxitos. Trump lo tiene enfilado y lo ningunea todo lo que puede; en la UE no cuenta con las simpatías generalizadas de los primeros tiempos y su posición respecto a la guerra de Gaza y de Ucrania ha provocado reacciones no deseadas.

El presidente sigue pensando en que puede mantenerse y basa toda su estrategia en desacreditar a Feijóo, más que en potenciar su propio Gobierno. Y como punta de lanza utiliza la carta que le fue tan bien en el 23: PP y Vox son lo mismo, defienden lo mismo. En manos de Feijóo está desarticular esa táctica que, a su pesar, está calando en un sector importante de una izquierda que se había planteado dejar el voto PSOE y promover el fin de Sánchez votando a Feijóo.

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