El cante de Expoliva

Nuestro particular caos ferroviario de cada día, fiel a su cita con la actualidad, quiso hacer un guiño a Expoliva y amenazó con dejar aislada ferroviariamente la capital en plenos fastos, aunque la ciudadanía apenas lo percibió como agravio, tan acostumbrada como está a que falle más que una escopeta de barraca de feria. Como será la cosa que ni el ministro con el gatillo más rápido del lejano Twitter se pronunció sobre el asunto. No hacía falta, porque la vida siguió, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido, cantaba Sabina. Pero no caigamos en la melancolía de nuestro traqueteo imposible que tanto ardor nos produce.

Quia. En Almería una beligerante asociación de empresarios insta a la Junta a solicitar al Gobierno la declaración de Obligación de Servicio Público (OSP, por lo visto) para las rutas aéreas entre la mítica tierra del desierto de Tabernas, el imperio de Ayuso y el país catalán. Se te caen las lágrimas, será la alergia, contesto. Lo hacen porque en los tres primeros meses de 2025 perdieron 295.000 turistas, un 13% con respecto a 2024, pero, claro, no tiraron para acá, ¿cómo lo harían?

El dato de la Encuesta de Coyuntura Turística de Andalucía, que sitúa a Almería en la cola de la comunidad junto a Jaén, les hace revolverse como gato panza arriba. Pues eso. Así empezaron con los tomates y el resto es historia o milagro económico, que tiene más tirón.

Pero centremos los focos, con permiso de Melody, Expoliva, una edición más citó a lo más granado del olivar mundial en esta noble villa que está a la altura de la atención que suscita la muestra, sin necesidad de hacer alardes, llámese helicóptero (con la melena, claro). El invento funciona porque concita el interés de cualquiera que tenga algo que ver con el negocio del aceite. La llegada de nuevas empresas, las entidades bancarias que ganan terreno en la moqueta o los variados acentos de la muestra evidencian la fuerza de la cita y que Jaén y su sector son una voz autorizada. Un ciclón olivarero al que sólo le falta una fanfarria estilo festival de Eurovisión para fijar el estribillo. Te vienes tan arriba que, aunque no tengas un olivo ni en bonsái, le haces ojitos al Ferrari de los tractores y piensas en una centrifugadora para el salón.

Trabajo bien hecho y mantenido desde los despachos políticos, expertos que aconsejan y dan brillo y las empresas punteras mostrando las últimas innovaciones. Y todo desde esta reserva con denominación de origen, que tiene el doble de mérito. Tenemos más moral que un cantante melódico español en la engañifa de Eurovisión, porque no competimos en igualdad de condiciones y, aun así, cada dos años, damos el cante para bien.