La espera interminable para reconocer el grado de dependencia: "Ya no era vida ni para ella ni para nosotros"
En la provincia faltan más de 1.500 plazas en residencias de mayores y cada día fallecen tres personas aguardando una ayuda ya reconocida
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En la casa de Francisca Jaramillo, en Noalejo, el teléfono sonó dos veces. La primera, cuando su madre llevaba apenas tres días ingresada en el hospital; la segunda, después de enterrarla. Ambas llamadas tenían el mismo propósito: concertar una cita con el asistente social para avanzar en el expediente de dependencia. “¿Para qué lo quiere ya?”, se preguntaba con una mezcla de rabia y resignación. Su madre, Juana Romero Bolívar, había fallecido sin llegar a beneficiarse de un derecho que llevaba más de un año reclamando.
El caso de Juana no es una excepción. Según los datos recopilados en el informe 'Situación del sistema de autonomía y atención a la dependencia en Andalucía' de Comisiones Obreras, la situación del sistema de atención a la dependencia es “desastrosa”. En la región, más de 60.000 personas permanecen en listas de espera, el plazo medio para que se conceda la ayuda asciende a 606 días, y en la comunidad faltan al menos 7.000 plazas en residencias públicas. Solo en 2023, 12.000 andaluces murieron sin saber si tendrían o no reconocida la prestación.
En este sentido, Jaramillo aseguró a Jaén Hoy que, en los días posteriores al fallecimiento de su madre, conoció al menos tres familias de su entorno que habían vivido exactamente lo mismo: la llamada de la administración llegó después del entierro. Y es que la provincia refleja con crudeza esta realidad. Según el informe, en Jaén faltan más de 1.500 plazas en residencias de mayores. Cada día, mueren tres personas esperando la prestación de dependencia a pesar de tener reconocido el derecho. “Mi madre ya no necesita ayuda ni del asistente social, ni de la Junta de Andalucía, ni de nadie. Toda la vida pagando y, cuando lo ha necesitado, ya era tarde”, lamenta.
La frustración no es solo por la tardanza, sino por la crudeza de la espera. Juana padecía demencia y necesitaba ayuda para todo: comer, vestirse, asearse, moverse. Tenía reconocido un grado 2, con apenas una hora diaria de ayuda a domicilio, de lunes a viernes, sin fines de semana ni festivos: “Yo no quería esa hora para mí, sino para que mi madre se moviera, para que no estuviera siempre en la cama, pero una mujer con dependencia total no puede vivir con solo una hora de atención”.
La familia solicitó en abril de 2024 la revisión del grado y, en paralelo, una plaza en residencia pública. Más de un año después, aún no tenían respuesta. En la Junta le dijeron que había más de 30 personas por delante en la lista de espera en el centro de Noalejo. Mientras tanto, con el esfuerzo económico de la familia, Juana pasó sus últimos meses en una residencia privada de Carchelejo. “Mi hermana y yo nos turnábamos: un mes en su casa, otro en la mía. Pero aquello ya no era vida ni para ella ni para nosotros”, recordaba.
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