Jaén pierde su alma: el lento adiós del pequeño comercio tradicional
Jaén Retro

Hubo un tiempo en que el centro de Jaén latía con fuerza. Sus calles bullían de gente, los escaparates contaban historias y los tenderos conocían a sus clientes por su nombre. Negocios centenarios daban vida a una ciudad que respiraba gracias a un comercio local lleno de alma, cercanía y humanidad.
Pero esa realidad se ha desvanecido. Hoy, muchos de esos locales son solo recuerdos: persianas bajadas, rótulos descoloridos o espacios ocupados por franquicias impersonales. El Bodegón, Cubero, Calzados Antón, Oya, Casa Paco, Discos Pioneros… nombres que antaño simbolizaban identidad y que hoy solo evocan nostalgia.
Raíces de un comercio con historia
A principios del siglo XX, el tejido comercial de Jaén aún conservaba intactas las huellas del siglo anterior. La mayoría de los negocios seguían siendo pequeños establecimientos familiares, donde el trato personal y las costumbres heredadas configuraban su esencia. Muchos surgieron bajo un modelo de aprendizaje tradicional, en el que jóvenes aspirantes ingresaban como pupilos, vivían en la trastienda y aprendían el oficio a cambio de sustento. Este sistema, típico de la época, forjó generaciones de comerciantes que más tarde abrirían sus propios negocios.
La actividad se concentraba en calles como Maestra, Colón y Cerón, y en plazas como la Audiencia o San Francisco. Tiendas de tejidos, ultramarinos y otros negocios atendían tanto a residentes como a visitantes de pueblos cercanos. Tras la cosecha de la aceituna, familias de Úbeda, Baeza y otras localidades llegaban a Jaén para hacer sus compras importantes, inyectando dinamismo económico.
Algunos comercios destacaban por su ingenio publicitario. La zapatería Antón, por ejemplo, colgaba un enorme zapato de madera en su fachada, en la plaza de las Palmeras. Los Almacenes Cubero, por su parte, eran famosos por exhibir cada mañana en su fachada cabezas de caballo como reclamo publicitario.
El punto de inflexión: los años sesenta
La llegada de las primeras grandes cadenas en los años 60 cambió todo. Galerías Preciados, instalada en Roldán y Marín, introdujo novedades como los productos congelados o los arcones frigoríficos, que fascinaron a los jiennenses. Mientras tanto, negocios como Tejidos Gangas se adaptaron, impulsando las primeras campañas de rebajas y saldos que marcarían el futuro del comercio en la ciudad.
¿Un legado en extinción?
Lo que antes era un tejido comercial diverso y vibrante hoy lucha por sobrevivir: alquileres abusivos, una legislación que ignora a los autónomos, la competencia de las franquicias, el auge del comercio online y el imán de los centros comerciales lo estrangulan.
Cada cierre es una luz que se apaga, una historia que se borra, una esquina que deja de sonreír. Tras ellos, solo quedan locales vacíos o cadenas sin rostro. Así, poco a poco, Jaén languidece como sus barrios, perdiendo diversidad, calidad y, sobre todo, alma.
Comparar el presente con aquel pasado tan cercano provoca melancolía. Basta ver estas viejas imágenes en movimiento para sentir un nudo en la garganta al recordar lo que fuimos… y lo que aún podríamos ser.
¿Se puede revertir la situación?
Asociaciones de comerciantes y colectivos vecinales reclaman medidas urgentes: rebajas fiscales, control de alquileres y políticas que prioricen al pequeño comercio frente a las grandes superficies. No es solo cuestión económica, sino de preservar la memoria de la ciudad. No es nostalgia, es sentido común. Una ciudad sin pequeños comercios es una ciudad sin alma.
Mientras el debate sigue, las calles del centro se transforman. La pregunta sigue abierta: ¿Volverá Jaén a ser esa ciudad cercana y auténtica, o su esencia quedará relegada al álbum de fotos?
Por ahora, las persianas siguen bajándose y, con ellas, se apaga una forma de vivir en nuestra ciudad que marcó generaciones.
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