Un niño con autismo se queda sin plaza en el instituto que le garantizaba estabilidad: “El sistema lo rompe”
Provincia
La madre de Leo denuncia que el sistema da 14 puntos por tener hermanos frente a solo 3 por discapacidad
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Leo tiene 11 años, vive en Alcalá la Real, y es un niño alegre, cariñoso y con Trastorno del Espectro Autista (TEA). Su paso a Secundaria debería ser una transición cuidadosamente acompañada, pero en lugar de eso, el sistema actual educativo de la adjudicación de plazas no lo permite. La baremación escolar lo ha dejado sin plaza en el instituto que mejor se adapta a sus necesidades, el IES Antonio de Mendoza, a pesar de tener una discapacidad reconocida del 33%. El motivo, el sistema otorga más puntuación a tener hermanos que a tener una discapacidad.
“Leo en principio se lo ha tomado mal, claro, porque estaba convencido de que iba a ir a ese. Ahora mismo es complicado”, explica a Jaén Hoy su madre, Silvia Frías, visiblemente afectada. En el actual sistema de admisión escolar, tener un hermano matriculado en el centro da 14 puntos. Tener una discapacidad, solo 3. Leo es hijo único, como muchos niños con discapacidad, porque criar a un menor con grandes necesidades sin una red de apoyo hace difícil plantearse ampliar la familia. Esto lo ha dejado fuera del centro más adecuado para él, obligándolo a ir al IES Alfonso XI, un instituto situado en un entorno completamente nuevo.
Y para Leo, los cambios son especialmente difíciles. El instituto que solicitaban comparte espacio con el colegio en el que ha cursado toda la primaria. Era casi idéntico, lo que habría facilitado su adaptación. El nuevo centro al que debe acudir es completamente distinto, en ubicación y en entorno y además estarán inscritos menos compañeros suyos.
“El autismo le afecta mucho en relación al trato que le dan, en la forma de hablarle, en cómo se le dicen las cosas, en la rutina del aula. Cambiar de espacio supone desestabilizarlo. No elegimos ese instituto porque sea mejor, ni queremos quejarnos del actual. Lo hicimos pensando en lo que le ayuda a Leo”, afirma Silvia.
La situación ha generado quejas de otras familias también. “En este pueblo hay dos colegios y dos institutos, y ambos colegios están adscritos a ambos institutos. Da igual a cuál hayas ido, te dan los 14 puntos si tienes un hermano, aunque no vayan al mismo centro ni sirva para conciliar ni para evitar desplazamientos. No tiene sentido”, denuncia. “Es una regla absurda, y cuando preguntas por qué es así, nadie sabe responder. Pero tampoco nadie la corrige”, expresa.
Silvia también critica que mientras en Infantil se reservan dos plazas por línea para alumnado con necesidades, en Secundaria esa reserva desaparece casi por completo: “Pasamos de dos plazas por cada 25 alumnos, a solo 0,5 en el instituto. Y eso que cuando los niños llegan a esa etapa hay más necesidades, no menos. Muchos se detectan tarde, pero en lugar de más recursos, hay menos”.
Los efectos en Leo son devastadores. “Cada día, el colegio lo rompe un poco más. Al volver a casa, se derrumba. Llora, tiembla, a veces le cuesta respirar. Tiene ataques de ansiedad tan intensos que no sabemos cómo consolarlo. Para él, ir al colegio es como ir a un campo de batalla: sabe que saldrá herido, pero no tiene opción”, escribe Silvia en una carta. Relata cómo muchas mañanas Leo se despierta tras una mala noche, con pesadillas, y pregunta si podrá superar otro día escolar. “Se te parte el corazón solo de escucharlo”, cuenta.
Leo no encuentra en el colegio un refugio, sino ruido, confusión, cambios inesperados y miradas que no lo comprenden. Necesita explicaciones visuales, rutinas previsibles, un lenguaje claro. No entiende bromas, le cuesta interpretar normas sociales, y cuando se satura, puede quedarse paralizado o esconderse. “No es desobediencia. Es desbordamiento. Y nadie lo ve”.
Falta de herramientas
“Los profesores hacen todo lo que pueden, pero tienen 25 alumnos, dos o tres con necesidades especiales, y están solos, sin apoyos. Es imposible manejarlo así. El sistema no les da herramientas”, señala Silvia. Han entregado informes, pedido apoyos, suplicado comprensión. Pero la respuesta de la Administración es que ambos institutos los recursos son los mismos. “Esto no es en contra de los institutos, ni de su actual colegio porque sus profesores se implican”, expresa su madre.
La legislación está, pero no siempre se aplica tal cual debido a la falta de recursos. La LOMLOE garantiza una educación inclusiva, personalizada y de calidad. El Real Decreto Legislativo 1/2013 exige ajustes razonables y accesibilidad universal en los centros educativos. Y la Convención de la ONU sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, ratificada por España, prohíbe excluir del sistema educativo a cualquier niño por razón de discapacidad.
“Entonces, ¿por qué Leo sufre? ¿Por qué tantos niños como él terminan odiando el colegio?”, se pregunta su madre. “Porque seguimos esperando que los niños se adapten al sistema, en vez de adaptar el sistema a ellos”, reflexiona.
Leo no necesita ser “normal”. Necesita comprensión, un entorno donde se respeten sus tiempos, se utilicen apoyos visuales, donde haya formación en el profesorado y compañeros educados en empatía.
“Leo no está roto. Lo que está roto es el sistema. Y prueba de ello es que hace unos días el sistema volvió a castigarlo. Esta vez, por no tener hermanos”. “Su ansiedad no es el problema. Es la consecuencia. Es hora de actuar. Por Leo. Y por todos los niños que vuelven a casa con el corazón hecho pedazos”, concluye Frías.
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