La revolución de la agricultura regenerativa del olivar avanza en Jaén: "Me preguntan si voy a montar un zoológico"

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Lo que antes parecía utopía ahora se convierte en modelo: fincas que capturan carbono, respetan la biodiversidad y recuperan suelos degradados

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Marifé Bruque en su olivar.
Marifé Bruque en su olivar.

Jaén/Marifé Bruque había trabajado como ingeniera toda su vida en una importante compañía de telecomunicaciones, sin embargo, tras un ERE y el fallecimiento de su padre, heredó una finca de olivares en Jaén y volvió al campo. Su vida había cambiado y decidió también revolucionar la forma en que se extrae el oro líquido de los olivos.

"Cuando vuelvo, la finca no se parecía en nada a lo que yo había conocido. La finca había estado en arrendamiento y se había utilizado todo tipo de agroquímicos. Estaba totalmente desgastada, llena de escorrentías. No había ni una sola hierba, las raíces estaban sobre la tierra y se estaba produciendo una desertización total de la finca. Me negaba a que estuviera en esas condiciones", asegura Bruque. Fue entonces cuando se introdujo de lleno en la agricultura regenerativa con el proyecto Olivares Vivos y en solo tres años ha conseguido que sus olivos vuelvan con más vida.

En un contexto de crisis climática, agotamiento de recursos y pérdida de biodiversidad, la agricultura regenerativa emerge como la alternativa a esta constante incertidumbre. "La agricultura regenerativa es un modelo 360, lo que quiere es mejorar el entorno, va más allá de prácticas ecológicas, con diferentes acciones, todo gira en torno el suelo donde hay una gran cantidad de vida y riqueza, mejora la retención de agua, ayuda al control de plagas y además tiene un plus con la captura de carbono, con la cubierta vegetal capta CO2", explica la ingeniera agrícola de Castillo de Canena, María Garrido.

Lo que hace poco más de una década se veía como algo imposible, dejar la hierba crecer, respetar la fauna e insectos, hoy se ve en cada vez más fincas de Jaén, pensando en el futuro de los olivos y también en de las generaciones siguientes. El mejor ejemplo es el de Cortijo de Guadiana, que pertenece a Grupo Castillo de Canena, y ha logrado el certificado Aenor de Agricultura Regenerativa, convirtiéndose en el primer olivar de España en alcanzar este reconocimiento.

“El camino hacia la agricultura regenerativa lo iniciamos en 2005, pero ha sido un proceso largo. Lo más importante ha sido la concienciación de los equipos”, explica el director de Castillo de Canena, Francisco Vañó. Para él, la regeneración no es solo un objetivo, sino un compromiso: “Queríamos dejar una tierra más sana, fértil y biodiversa de la que recibimos de nuestros padres. Cada generación tiene que asumir compromisos y dejar un mundo mejor, es algo que suena a tópico, pero es verdad, es algo que se puede llevar a cabo y se está demostrando, no es ninguna utopía, ni ningún sueño", expresa.

Finca de Marifé Bruque.
Finca de Marifé Bruque.

Bruque confiesa también que el cambio es muy difícil, pero que se necesita el apoyo de técnicos para asumir una transformación tan grande. Estos han sido los que le han ayudado, con un proyecto de recuperación de plantas autóctonas, de charcas para animales, de cajas de nidos. Realizaron un estudio de la flora y fauna que había en el olivar y mediante prácticas regenerativas, se han plantado casi mil plantas autóctonas en la finca y se ha recuperado la cubierta vegetal. "La finca ha cambiado totalmente, ahora mismo está llena de vida. Hay animales que se ven. Y como me dice un vecino que ya no tengo un olivar, sino un jardín. Otros me dicen que voy a montar un zoológico en la finca", expresa esta agricultura.

Además, este tipo de agricultura amplia sus horizontes y cada vez es más demandado por el consumidor, algo que han comprobado desde Castillo de Canena. “Vimos que la sensibilidad del consumidor estaba cambiando, y entendimos que la excelencia no era solo hacer un gran aceite de oliva, sino que todos los procesos fueran excelentes: agronómicos, sociales, ambientales y comerciales”, añade Vañó, que exporta a mercados donde la sostenibilidad ya no es un extra, sino una exigencia.

Para llegar a este punto y mantenerlo, Garrido confiesa que cada vez hay maquinaria más preparada. Con respecto al aprovechamiento de un recurso tan limitado como el agua también se ha avanzado a grandes pasos en los últimos años con sensores que ayudan a detectar la cantidad que necesita el árbol.

La agricultura regenerativa, además de que aseguran, es rentable, el olivar se vuelve una planta más resiliente. Cuanto más autónoma sea y menos dependa de fitosanitarios o riegos, más fuerte es. "Entonces, cuantotengamos un suelo mucho más poroso, mucho más enriquecido, con mucha más materia orgánica, porque hemos dejado la cubierta vegetal, así más profundas serán las raíces, más sostén dará a la planta, entre otras muchas ventajas", expresa Garrido.

Más que ecológico

Uno de los aspectos más relevantes del modelo regenerativo es su diferencia con lo ecológico. "El certificado ecológico garantiza que sigues unas prácticas según normativa. Pero la agricultura regenerativa es mucho más ambiciosa”, señala Vañó. En su finca, eso implica cubierta vegetal total, creación de bioislas de vegetación, abolición completa de pesticidas y herbicidas, introducción de ganado y plantación de árboles para fomentar la biodiversidad.

Desde el punto de vista técnico, Montse Godoy coincide en que el modelo regenerativo es más holístico: “La agroecología y la agricultura regenerativa no se limitan a un protocolo. Analizamos todo: el suelo, el cambio climático, la flora, la fauna, la resiliencia del sistema”. Según explica, mientras lo ecológico es cumplir una normativa, la agroecología y la regenerativa buscan impacto positivo real en el medio ambiente y el entorno rural.

“Esto va de optimizar recursos y minimizar el impacto. Si destruyes la biodiversidad, si abusas de los fitosanitarios, al final te cargas el cultivo. La agroecología no es producir más, es producir mejor”, expresa la auditora. Una de las claves de este enfoque es la integración de conocimientos tradicionales con innovación. “Un olivarero de montaña, con buena poda, manejando bien el agua, puede ser muy eficiente. Si aplicamos tecnología sobre ese conocimiento, tenemos soluciones reales”, apunta Godoy.

Ambos expertos insisten en que este modelo no se basa en grandes inversiones, sino en principios fundamentales: biodiversidad, salud del suelo, control natural de plagas, sistemas alimentarios resilientes y vida rural digna. “No necesito que me hagan una finca de postal. Solo que dejen piedras, zonas de sombra, nidos de aves… Elementos que permitan que la fauna auxiliar y los insectos beneficiosos vivan”, ejemplifica Godoy.

Un cambio que debe ser compartido

Para que la agricultura regenerativa prospere, es necesario algo más que buenas prácticas: hace falta pedagogía, comunicación y apoyo desde toda la cadena de valor. “Muchos agricultores aún ven las certificaciones como un sello más. No como un valor añadido. Hay que hacerles ver que ese valor se traduce en mejores precios y mercados más exigentes”, sostiene Godoy. Vañó también lo recalca: “Un aceite regenerativo se pagará mejor. Si esa brecha con el convencional aumenta, más agricultores cambiarán de modelo”.

Jaén, epicentro del olivar mundial, está en plena transformación. “La provincia está cambiando, y mucho, para bien”, afirma Vañó. “Tenemos una enorme oportunidad de ser faro y referente nacional en sostenibilidad, innovación y regeneración del paisaje agrario”. “El futuro es este. Si no cuidas tu suelo, tu biodiversidad, tus recursos, la producción se desploma. Ya no basta con producir. Hay que hacerlo bien”.

La agricultura regenerativa no es solo una técnica agronómica. Es una visión, una manera de entender la tierra y el papel del ser humano en ella. Es el puente entre el pasado y el futuro. Y, como aseguran quienes ya la practican, ha venido para quedarse.

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