San Valentín les da otra oportunidad: Sebastiana y Luis, casi sesenta años después

SOCIEDAD

Fueron novios de adolescentes, se casaron con otras personas y ahora, ambos viudos septuagenarios, han vuelto a unir sus vidas

Luis Mora y Sebastiana Alonso.
Luis Mora y Sebastiana Alonso.
Andrés Cárdenas

14 de febrero 2025 - 06:00

Bailén/Esta pareja de la que vamos a hablar a continuación no ha tenido que recurrir al programa de Juan y Medio para encontrar su destino, un destino que estaba escrito desde hacía casi sesenta años y que fue borrado por la distancia, las circunstancias y el olvido. De jovencitos fueron novios, luego sucedió una separación dolorosa e inesperada y ambos enfocaron sus respectivas vidas por diferentes caminos y en distintos lugares. Ahora, ya septuagenarios, en esa variedad inagotable de situaciones que provoca la vida y cuando ambos han quedado viudos, han vuelto a encontrarse. Han recuperado el amor que unas circunstancias adversas les habían negado.

Ella se llama Sebastiana Alonso y él Luis Mora. Sebastiana y Luis se ennoviaron cuando eran unos adolescentes. Ella con 15 o 16 años y él con 17 o 18. Ahora ella tiene 77 y él 78. Pasó en Bailén, pueblo en el que ambos nacieron. Empezaron a gustarse muy pronto: ella todavía con coletas y él dando las primeras chupadas a los Bisontes.

Tiempos aquellos de canicas de barro, de cromos que cambiar, de gusanos de seda y de moralidad estrecha. Tiempos de besos robados y de toqueteos disimulados. Estaban muy enamorados y así lo exhibían siempre que la ocasión lo requería. La vida de ambos se ofrecía hermosa, promisoria.

Luis se hizo cocinero. En Bailén había un parador de turismo y una escuela de cocina de donde salieron muchos cocineros. Fue destinado a un parador de Galicia. El día de su partida Sebastiana fue a despedirlo, como se iba a despedir a los novios que se iban a la mili: con la promesa de que para refrendar su amor se iban a escribir todos los días. Así fue. Hasta que, con el tiempo, las cartas se fueron distanciando. Y las que llegaban, cada día eran más frías, más ajenas a unos sentimientos que ellos mismos se habían inculcado. Hasta que un día Sebastiana, a través de la familia de Luis, se entera de que su novio había dejado embarazada a una muchacha gallega. A Sebastiana se le cayó el mundo encima, como si hubiera pasado por encima de ella una estampida de búfalos pateándole el alma y el ánimo. Luis intentó explicarle que no tenía más remedio que casarse con la chica gallega que había dejado embarazada. Así lo requería la hombría en esos tiempos de gatillazos y de déficit de anticonceptivos.

“Me costó mucho sufrimiento asumir lo que me había pasado. Fueron muchos días de no querer ni salir a la calle”, dice Sebastiana, que tiene en cuenta el oprobio por el que pasaban todas aquellas muchachas “a las que les había dejado el novio”. En aquella época mojigata y puritana, las chicas en su situación no provocaban compasión, sino morbo y cierta repulsa. Era como un estigma que partir de ese momento tendría que llevar. Total, que la vida siguió transcurriendo para ambos. Luis se casó con la chica gallega y tiempo después se casaría Sebastiana con un vecino de Bailén.

Pasaron los años y Luis fue trasladado al parador de Manzanares. Desde allí, confiesa, viajaba a su pueblo de vez en cuando. “Siempre que iba a Bailén pasaba por su casa con el coche confiando en verla, pero no me atrevía a hablarle. Ella estaba casada”, dice Luis cuando recuerda aquellas idas y venidas para ver a la mujer de la que siempre había estado enamorado.

Después vino la viudez de ambos. Luis se quedó sin esposa hace once años y Sebastiana se quedó sin marido hace seis. Todo iba bien según el guión que marca la rutina, cuando un día Sebastiana recibe la llamada de Luis, que le dice que ha regresado a Bailén, al punto de partida. Y que quiere verla. Ella dice que Luis ya no entraba en ninguno de sus pensamientos porque habían pasado demasiados años. Aun así, consulta con sus hermanos, que le aconsejan que adelante, que no debe renunciar a reemprender ese camino que se había truncado hacía casi sesenta años. Sebastiana acudió a la cita mitad mosqueada y mitad expectante por ver en donde acabaría todo aquello. Él le dio sus razones y le dijo que nunca la había olvidado. Y que quería compartir el resto de su vida con ella. Sebastiana estaba confusa. Pero rumió aquella idea y al final acabó perdonándolo. Luis y Sebastiana llevan cuatro años viviendo juntos, intentando recuperar ese tiempo que la vida les hurtó. Cuando alguien le pregunta a Sebastiana como le va con Luis, sonríe y simple y llanamente dice: “Soy muy feliz”.

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