EL ANÁLISIS

Santana Motors: chinos, os recibimos con alegría

La renovada factoría de Linares ensambla vehículos entre el doloroso pasado y un esperanzador presente

El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, dentro de uno de los vehículos de Santana, junto a la alcaldesa de Linares, Auxi del Olmo y al CEO de Santana Motors, Edu Blanco.
EFE/Carlos Cid

La superioridad del gigante chino no se discute, líbranos Mao de cualquier duda. Pero si, además, en una inmaculada y aséptica cadena de montaje se cita a Confucio con entusiasmo y para rematar la faena se evoca a otro filósofo milenario con frases redondas, casi de ‘mindfulness’, como Lao-Tsé, dan ganas de empadronarse en la calle Llana de oriente. Pero las citas iban acompañadas, a pie de página, de valiosos datos. La inversión de estos particulares magos de las finanzas lleva aparejada la producción de 20.000 unidades y la creación de puestos de trabajo, 170 en concreto. Una lluvia fina y agradecida para esta tierra dura de entrañas de plomo y plata.

El vicepresidente del grupo BAIC, Liu Yu, uno de los socios recios de esta nueva andadura, se arrancó con unas frases en español que fueron, literalmente, jaleadas por una concurrencia entregada. En tierra minera y taurina por excelencia, sólo con el interrumpido saludo se le hubiera concedido, sin necesidad de autorización del presidente, las dos orejas y el rabo, ‘of course’. La plaza estaba, lógicamente, por la labor y no era para menos. La mayoría de los presentes guarda en su disco duro el descalabro que supuso el cierre de la vieja y fiable Santana, su paulatina caída en desgracia, la movilización de sus trabajadores, los intentos por sacar al enfermo de la UCI por parte de aquella Junta y el rosario judicial de algunos de quienes gestionaron el dinero público de manera rumbosa, es un decir.

Los responsables y aliados de la firma sellan el acuerdo.
Los responsables y aliados de la firma sellan el acuerdo. / Esther Garrido

Era día de celebración porque, en esta ocasión, los chinos no pasaron de largo. Se bajaron del vehículo, intercambiaron amables y respetuosos saludos, y cerraron el trato. El concepto “inversión china” sazona la hemeroteca de media España, como el perejil en los guisados de Arguiñano, pero del dicho al plato media un abismo político. No son pocas las ciudades que venden la llegada inversora, a lo "Bienvenido Mister Marshall", pero todo se reduce a un paso fugaz en el mejor de los casos y los autóctonos se quedan como aquel campesino de la película de Berlanga, soñando que, como reyes magos, sobrevuelan sus campos para lanzarle en paracaídas el tractor más moderno.

Así las cosas, estar “in situ” tocando los coches era una experiencia mística, qué digo, taoísta. Si al presidente Juanma Moreno, en modo campaña electoral, y a la alcaldesa de Linares, Auxi del Olmo, les dicen que a nuestro ‘mister Marshall’ oriental se le antoja un cuadro flamenco, se arrancan ambos al unísono con unas tarantas mineras ‘made in’ Linares. “Good morning, mister Liu Yu".

La desgracia de una comarca

Linares gripó económica y socialmente cuando se desmanteló de forma paulatina una industria que monopolizaba un tejido industrial vigoroso que daba empleo, además, a municipios de varias comarcas. Más de 1.500 familias estuvieron ligadas productivamente a la planta y para ese motor no hubo recambio alguno. Santana fue una bandera a la que aferrarse, sobre todo, cuando se atisbó que la gallina de los huevos de oro sufría de estrés postraumático y que cualquier tiempo pasado sería mejor. Es decir, se valoró la importancia de esta industria cuando sólo quedaba el chasis.

Hoy, las cadenas de montaje vuelven a la actividad y los linarenses se frotan los ojos con un proyecto que, ahora sí, es una realidad de la mano de unas versiones diésel y enchufables del Santana 400, la que pretende ser la nueva joya de la corona. De la mano de un Edu Blanco, Ceo de la criatura, que irradia un optimismo patológico y que añade al ilustre nombre de Santana Motor una laboriosa “s” para lograr una internacionalización que, como casi todo, pasa por China.

Ese gran imperio oriental, sin necesidad de industria del cine, donde peregrinan nuestros políticos para traer un chusco de pan al terruño, obra el milagro también de la mano de las firmas Zhengzhou Nissan Automobile y Anhui Coronet. Desarrollo tecnológico y músculo financiero para sacar brillo a una marca que echó el cierre hace casi 15 años.

Más de trescientas personas cortaron, el 9 de marzo de 2012, la A-4, Madrid-Cádiz, a la altura del cruce de Jabalquinto en Jaén.
Más de trescientas personas cortaron, el 9 de marzo de 2012, la A-4, Madrid-Cádiz, a la altura del cruce de Jabalquinto en Jaén. / EFE/José Manuel Pedrosa

Tumultuoso cierre

En una coyuntura internacional no propicia y unos costes laborales disparados, Suzuki, en 1995, pisó el freno abruptamente y se bajó en marcha del proyecto. La firma nipona sacó ventaja competitiva para el mercado europeo, invirtió poco y cuadró cuentas a su antojo gracias a las ayudas estatales. Santana Motor se convertía así en la única empresa automovilística de capital andaluz por decreto gubernativo. Le tocó entonces a la Junta de Andalucía gestionar los escombros de la factoría e inyectó millones de euros con la pretensión de reflotarla. De partida, una 'sobredosis' cercana a los 300 millones de euros.

Políticos jiennenses pata negra, como Gaspar Zarrías comprometieron su palabra y gestión política para “traer paz social” a la zona. El modelo Aníbal, por ejemplo, con más nombre que trayectoria, se convirtió en el todoterreno oficial del Ejército de Tierra, gracias a un concurso ganado en el Ministerio de Defensa. Todo por la patria y todo para salvar los muebles. Las bendiciones oficiales estaban dadas y las visitas a la factoría eran recurrentes porque el temor a un estallido social no era infundado. De igual forma, no hubo sindicalista con proyección en España que no pasara por este astillero de secano.

Un trabajador de Santana Motor de Linares increpa al presidente del parlamento andaluz, Javier Torres Vela, el 24 de octubre de 2001, momentos antes de ser expulsado.
Un trabajador de Santana Motor de Linares increpa al presidente del parlamento andaluz, Javier Torres Vela, el 24 de octubre de 2001, momentos antes de ser expulsado. / EFE/Emilio Morenatti

La espoleta de la granada social era un hecho porque los trabajadores veían que la factoría iba a pique. La extremaunción tocó hacerla a otro consejero jiennense, Antonio Ávila, que, por un lado, tuvo que disolver el engendro y, por otro, dar algo de esperanza a los trabajadores con un plan denominado Linares Futuro que, a la postre, se convertiría en una pieza separada de los Eres en Andalucía. Menudo siniestro.

Así se intentó que desde la planta linarense se diversificara la producción hacia otros sectores. El clavo ardiendo tenía lógica y se alcanzaron acuerdos con terceros para fabricar vagones de tren, aerogeneradores o vehículos contra incendios. Este plan lo trazó el también paisano consejero Francisco Vallejo y el resultado no fue ni de lejos el pretendido para nadie. Fueron los estertores de una factoría tocada de muerte.

Calentón político

Aunque en la previa política se caldeó el ambiente (el centímetro cuadrado en la foto cotiza al alza en función de la cercanía de las elecciones) el acto estuvo presidido por una cierta cordialidad, más allá de estudiados retrasos de agenda. Atrás quedó que la reactivación industrial de Linares tenía "sello socialista" y la "desfachatez" de que la vicepresidente del Gobierno, María Jesús Montero, acudiera a tan importante cita "sin poner un céntimo".

Pero lo relevante, sin duda, es que el pasado viernes se pusieron las bases de una nueva etapa, con similitudes en forma de dependencia tecnológica, pero con algo aprendido, a priori, de hasta donde puede llegar el apoyo público. Las puertas de este parque empresarial volvieron a abrirse como antes lo hicieron para Land Rover, Suzuki e Iveco. El vicresidente del grupo BAIC, Liu Yu, hizo suya la frase del maestro Lao-Tsé: "Un viaje de mil millas comienza con un solo paso". Cita al pelo para este bautizo automovilístico que acabó con jamón al corte, una manera fetén de cerrar un trato.

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