El tren en Jaén no existe y ¿Jaén?
Molise es una región italiana que es ‘famosa’ por no existir. No es que sea desconocida en Europa es que, directamente, no la ubican ni en la propia república transalpina. Aunque tenga tan alto reconocimiento estatal como la Toscana, poco importa porque allí el tiempo se detuvo y la desconexión de infraestructuras viene haciendo el resto. La pequeña región sólo aparece en los mapas a partir de 1963, por decreto administrativo y, digamos, que lejos de hacer una reivindicación política de su existencia optaron por una retranca, muy jaenera, de hacer mofa de su no estar en el mundo contemporáneo. Páginas web, de Facebook (Molisn't-Io non credo nell'esistenza del Molise) y mercadotecnia de todo a 100 sacan los colores a los padres de aquella patria que, por turnos, mantienen el ya casi elegido ostracismo de los autóctonos.
En la provincia de Jaén, por el contrario, asistimos a un proceso inverso. Tenemos reconocimiento político, nuestro hueco en el mapa, seguimos conservando una lengua parecida al resto (aunque de persistir el aislamiento, quizá pudiéramos optar a lengua propia), pero estamos en un tránsito de pasar de cuerpo presente a fantasma regional, leyenda para los amantes de lo hagiográfico. Terreno abonado para un especial de la nave del misterio, una provincia que desaparece en pleno siglo XXI. Jaén se desdibuja más rápido que las Caras de Bélmez y el fenómeno no genera, de momento, atracción alguna.
Sirva el necesario preámbulo para tratar un viejo y manido asunto que incomoda al jiennense lo justo, menos que cuánta espuma en la caña o el aliño de las aceitunas de cornezuelo. Pueden vivir tranquilos nuestros líderes y seguir en sus cuitas orgánicas, el jiennense pasa del tren en grado inversamente proporcional a los horarios y servicios de los que dispone esta reserva. La falta de tensión en nuestra vieja, anacrónica y chusca estación hizo que el tráfico ferroviario de Jaén hacia el mundo (sorna) quedara cortado algo más de seis horas. Y no pasó nada, no arañamos ni una cita en las desconexiones televisivas, el mundo siguió rotando y Jaén, parada.
Trenes que sirvieron en el siglo pasado para huir de esta reserva y que no tienen retorno. No hay camino de vuelta, se nos sigue enseñando el mismo cartel de salida, ahora digital. La ‘cobra a Jaén’ se hizo a plena luz del día, quedó señalada en el mapa, y los tiempos para revertir el desaguisado, el agujero negro ferroviario que nos condiciona, son inadmisibles. Ojo, pero no pasa nada.
Seguimos en el Antiguo Régimen en cuanto a infraestructuras se refiere, la normalidad democrática que llegó a Andalucía no hizo parada en Jaén. Se atisbó, nos pusimos en ordenada fila con la esperanza de que llegaría nuestro turno, pero no, ahí seguimos esperando. Las épocas de bonanza pasan por la provincia con un par de pedreas circunstanciales, los premios gordos se suceden en magnas estaciones y costosos trayectos rápidos salpicados por el tablero andaluz, pero Jaén sigue, ferroviariamente, en punto muerto. Cuando llega la época de vacas flacas, el ‘Caso Jaén’ vuelve a guardarse en el cajón hasta el siguiente ciclo virtuoso, que ese sí, le tocará a la provincia.
Mientras tanto, despedimos a nuestros hijos en Renfe, que es donde quedan para coger el Blablacar y buscar una salida. Estamos a un paso de utilizar los programas de Erasmus para hacer intercambios con España. Así los estudiantes que vengan a conocernos glosarán el extraño fenómeno de una provincia menguante, que se desdibuja poco a poco, que desaparece en directo. Quizá seamos "Los otros", de Amenábar, y tampoco nos importe.
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