La única cueva de Jaén con pinturas del Paleolítico: "Es la punta del iceberg de lo que puede haber"
Provincia
Tras 35 años de abandono y su consecuente deterioro una colaboración de la Universidad de Córdoba (UCO) y el Ayuntamiento de Torres, impulsó de nuevo una investigación
Torres/Las cuevas de Jaén guardan en el interior de su oscuridad unos tesoros desconocidos y a veces inimaginables. La huella de nuestros antepasados, el testigo de que antes de que el hombre construyera casas o incluso chozas, los primeros humanos habitaron lugares recónditos de la provincia y lo usaron como lugar de paso, donde cazar, recolectar y vivir temporalmente.
En el territorio jiennense donde las cavidades son cuantiosas y el número de grupos de pinturas rupestres se cuentan por centenares, existe un hallazgo único en la provincia cuya historia se remonta al Paleolítico, es decir, unos 20.000 años atrás. Se trata de la cueva del Morrón, ubicado en el término municipal de Torres, donde en la penumbra y estrechez de sus paredes atravesando estalactitas y estalagmitas se encuentran pinturas que realizaron los homo sapiens y que ha sobrevivido hasta nuestros días pudiendo acercarnos a la historia de quienes nos habitaron. Si en buena parte hoy se conservan y sobre todo se puede conocer el valor que tienen es gracias al trabajo de los investigadores, cuyos trabajos continúan a día de hoy.
Las pinturas de la grieta se descubrieron hace casi medio siglo. El 19 de abril de 1981, una expedición de los espeleólogos burgaleses Juan Bonilla, Carmen Ortiz, Ricardo Blanco y Ricardo Ruiz, miembros de los grupos “Amaya” y “Equus”, descubrieron en la sierra de Jaén este testimonio silencioso del pasado más remoto. La expedición, organizada bajo el nombre de Operación “Aznatín-81”, partió tras una sugerente pista ofrecida por Luis Benavides, técnico del ICONA en Jaén, quien apuntaba la posibilidad de que en la zona existieran cavidades con arte prehistórico. El hallazgo generó pronto gran interés científico, dando lugar ese mismo año a tres publicaciones clave: un artículo en Mesetaria con los primeros calcos y fotos en blanco y negro, un estudio en Zephyrvs que confirmó su adscripción pleistocena con análisis tecno-estilísticos y planimetrías, y una monografía centrada exclusivamente en el arte de la cavidad.

Tras 35 años de abandono y su consecuente deterioro una colaboración de la Universidad de Córdoba (UCO) y el Ayuntamiento de Torres, impulsó de nuevo una investigación llevada a cabo por los arqueólogos en el año 2015 y que ha sido renovada hace tan solo unos días para darle continuidad. Liderados por María Ángeles Medina Alcaide (actual investigadora Ramón y Cajal de la UCO), iniciaron las labores arqueológicas en la cueva, en el que se incluye el profesor José Luis Sanchidrián (primer investigador en estudiar el arte paleolítico de la cueva) y Eva Rodríguez (investigadora predoctoral de la UCO y responsable del presente convenio).
Abandono y basura
En este período se ha procedido a la evaluación del estado de la cavidad, de su arte rupestre y del yacimiento arqueológico presente en el interior de la cueva, preferentemente de los niveles más superficiales. La investigadora Medina cuenta Jaén Hoy que la primera vez que entraron lo primero que tuvieron que hacer fue retirar toda la basura que había. "Me sorpendió también la cantidad de grafitis de las paredes", señala.
La cavidad, de forma circular, desemboca en una gran sala cuyo techo, parcialmente derrumbado, da paso a una pequeña salita de apenas un metro de altura. Es allí, en ese espacio escondido, donde aparecen las joyas de este yacimiento, dos pequeñas cabras pintadas en el techo, una en negro y otra en rojo.

Las pinturas, discretas pero de enorme valor simbólico y cultural, están acompañadas de manchas rojas y trazos que podrían formar parte de otros signos aún por interpretar. “En la zona de las pinturas hay una estrecha grieta donde encontramos algunas líneas que parecían otra cabra, la parte de abajo del cuerpo de otra posible cabra, pero no estamos seguros”, explica la arqueóloga Medina. El entorno muestra también manchas rojas en zonas estrechas de paso, lo que sugiere que los habitantes paleolíticos portaban pigmentos en sus cuerpos o vestimentas. “Estudiando este tipo de manchas, hablábamos de que probablemente las personas del paleolítico tenían sus ropas o sus cuerpos manchados de rojo”, expresa.
Estos homo sapiens que habitaban la cueva se puede saber que no eran sedentarios sino nómadas. “Podían funcionar como un engranaje. No quiero hablar de que no haya desigualdad, pero sí que es verdad que cuando vemos los restos arqueológicos, no hay datos claros para hablar de grandes desigualdades dentro de estos grupos nómadas”, analiza la investigadora.
La punta del iceberg
“Como especialista que soy, esta cueva es la punta del iceberg de lo que hay en Sierra Mágina y Jaén, no me cabe duda de que se multiplicará”, explica medina y que cuenta que en abril de este año, el equipo organizó una jornada conjunta de espeleología y arqueología en Bedmar, muy cerca del Morrón, con el objetivo de incentivar el descubrimiento de nuevas cavidades. “Vimos que aquella zona tiene un potencial enorme, que no me cabe duda de que se descubrirán más”, afirma la arqueóloga.
En esa primera entrada de 2015, tras 35 años abandonada, se constituyó un equipo interdisciplinar formado por especialistas en biología, geología y arqueología que realizó un diagnóstico ambiental y físico de la cavidad. Este análisis reveló la urgente necesidad de intervenir para proteger el arte rupestre, ya que la cueva permanecía abierta y expuesta al deterioro natural y humano. “La única cueva con arte paleolítico de Jaén permanecía no solo olvidada, sino abierta”.

El equipo optó por una intervención meticulosa basada en los datos recogidos. Se proyectó y se confeccionó un cierre acorde a los parámetros físicos, a la cantidad de CO2 que hay en la cueva, cómo se regenera el aire, al tipo de animales que entran. El objetivo era preservar tanto las condiciones de ventilación como el ecosistema interior. “Vimos que tenía que hacerse un cierre no hermético que favoreciera la ventilación de la cueva porque es verdad que la cavidad tiene problemas de ventilación. Si la cerráramos de manera hermética, nos favoreceríamos esa ventilación de aire y una condensación muy grande de CO2 podría incentivar el deterioro de las pinturas”, detalla Medina.
La intervención culminó en 2019 con un cierre definitivo diseñado a medida, tras lo cual se realizó una pequeña cata arqueológica y se pusieron en marcha acciones de divulgación financiadas por la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Bedmar. Entre ellas, un vídeo en 3D y un pequeño libro divulgativo orientado a niños sobre el Paleolítico y la cueva.
Dos hitos
Los próximos pasos del equipo pasan por dos hitos: una apertura limitada al público y un sistema pionero de monitorización remota de la cavidad. “Queríamos propuestas del Ayuntamiento para abrirla al público, pero evidentemente, somos muy conscientes de que este tipo de cavidades son muy frágiles”, subraya Medina. Por ello, se plantea una fórmula exclusiva, solo cuatro días al año, con un máximo de diez personas por día, repartidas en turnos de cinco.
Estas visitas estarán acompañadas de un sistema de monitorización en tiempo real. En colaboración con una empresa especializada en nuevas tecnologías, se instalará una estación para el control remoto de parámetros ambientales como CO2 o humedad. “Queremos instalar, en colaboración con una empresa con la que solemos trabajar, una estación para monitorizar de manera remota y sin estar en la cueva y de manera constante los parámetros de CO2, humedad, etcétera”, explica la arqueóloga.
Este sistema, poco común en cavidades con arte rupestre, permitirá actuar rápidamente si se detectan variaciones perjudiciales. Al mismo tiempo, contribuirá a la investigación científica del yacimiento. “Nos supone seguir avanzando en el estado de la cavidad y en su conservación porque hablamos de un arte de hace 20.000 años y que ya está muy frágil porque la cavidad ha estado muy abierta”. Además, las futuras visitas es que estarán guiadas por los propios investigadores que trabajan en el yacimiento.
Potencial arqueológico aún por descubrir
A pesar de su reducido tamaño, la Cueva del Morrón ha ofrecido ya descubrimientos de gran interés. Además de las pinturas rupestres, se ha hallado un pequeño túmulo con restos humanos de época altomedieval, pero el equipo de investigación está convencido de que aún hay mucho por descubrir. “Nos gustaría, en el futuro, emprender una nueva excavación en la cueva del Morrón, ya con mayores dimensiones que la desarrollada y quizás en otra zona más apropiada y darle respuestas a preguntas cómo ¿Cuándo se habita la cueva? ¿Cuánta gente vivió allí?”, cuenta Medina.
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