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El Congreso Internacional “Visión compartida, acción coordinada: Conservación del lince ibérico en la Península Ibérica” se clausura hoy en Sevilla tras tres días en los que gestores, científicos y responsables políticos han puesto sobre la mesa la que ya se considera una de las historias de recuperación más impactantes de la fauna europea y, al mismo tiempo, un caso de estudio sobre cómo mantener ese éxito en un contexto de cambio climático y paisajes cada vez más humanizados. El encuentro ha servido como evento final del proyecto LIFE LynxConnect, que culmina más de dos décadas de trabajo coordinado en torno a la especie.
Entre el 25 y el 27 de noviembre, el congreso ha reunido a unas 300 personas, incluidos los 22 socios del programa LIFE, representantes de las administraciones ambientales españolas y portuguesas y buena parte de los nombres clave en la recuperación del felino: desde el investigador emérito del CSIC Miguel Delibes de Castro hasta la veterinaria Astrid Vargas, pionera de la cría en cautividad, pasando por las copresidentas del grupo de especialistas en felinos de la UICN, Christine y Urs Breitenmoser. Las sesiones han abordado la conservación del lince desde la genética, la conectividad ecológica, la gestión del hábitat, la gobernanza y la convivencia con el medio rural.
Los números que enmarcan esta cita explican por sí solos su relevancia. Hace apenas veinte años, solo quedaban 94 linces ibéricos en libertad, concentrados en unos pocos núcleos andaluces. Hoy el censo peninsular alcanza los 2.401 ejemplares, de los que alrededor de 836 viven en Andalucía, más del doble que en 2019. Este salto ha permitido que la especie pase de la categoría de “En peligro” a “Vulnerable” en la Lista Roja de la UICN, una reclasificación histórica que, sin embargo, no significa que el riesgo haya desaparecido.
“El crecimiento ha sido espectacular, pero el lince sigue estando amenazado”, ha advertido durante el congreso Javier Salcedo, coordinador de LIFE LynxConnect, que sitúa el objetivo de conservación favorable entre 4.500 y 6.000 individuos, con al menos 1.100 hembras reproductoras. La nueva categoría de la UICN sigue estando dentro de las especies amenazadas, y la baja diversidad genética del lince ibérico se mantiene como “amenaza silenciosa”, capaz de amplificar el impacto de enfermedades o cambios bruscos en el hábitat.
A esa recuperación han contribuido de forma decisiva los programas de cría en cautividad. Solo en lo que va de año, los cinco centros de reproducción de España y Portugal (El Acebuche, La Olivilla, CNRLI-Silves, Zarza de Granadilla y el Zoo de Jerez) han registrado 62 cachorros nacidos, de los que 48 han sobrevivido. Nueve se quedarán como futuros reproductores y, si se confirma la aptitud clínica y conductual del resto, 39 linces serán liberados en el campo a comienzos de 2026, reforzando las poblaciones silvestres. Esta “fábrica de linces” complementa el trabajo de mejora del hábitat y de conectividad que se desarrolla sobre el terreno.
El programa científico del congreso ha hecho visible esa suma de capas. El genetista José Antonio Godoy ha repasado cómo la gestión genética —controlando cruces, traslocaciones y refuerzos— ha sido esencial para ganar variabilidad en una especie que desciende prácticamente de un puñado de hembras andaluzas. El ecólogo del paisaje Santiago Saura ha mostrado modelos de corredores ecológicos que conectan las distintas poblaciones, una red de pasos que condiciona la supervivencia a largo plazo más allá de los números brutos.
La convivencia en paisajes cada vez más transformados ha sido otro de los grandes ejes. Según los datos presentados por el equipo de LynxConnect, alrededor de un 60 % de los linces viven ya en zonas humanizadas, lo que multiplica las oportunidades de interacción con carreteras, perros y actividades humanas. Los atropellos siguen siendo una de las primeras causas de mortalidad no natural, pese a las acciones para hacer la infraestructura viaria más segura, y el congreso ha puesto el foco en seguir reduciendo este impacto con más pasos de fauna, vallados y medidas de moderación de velocidad en tramos críticos.
En paralelo, la disponibilidad de conejo, presa básica del lince, continúa siendo un cuello de botella ecológico. Brotes sucesivos de enfermedades víricas han hundido las poblaciones de este lagomorfo en varios puntos clave de la distribución del lince, obligando a combinar mejoras de hábitat, programas de cría de conejo y vacunación frente a las nuevas cepas.
Andalucía ha reivindicado durante el congreso su papel como “epicentro de uno de los mayores éxitos de conservación de fauna salvaje a nivel internacional”, en palabras de la consejera de Sostenibilidad y Medio Ambiente, Catalina García, que ha recordado que todos los linces actuales descienden de unas pocas hembras que resistieron en la comunidad cuando la especie rozó la desaparición. La Junta subraya, además, el papel de propietarios de fincas, agricultores, sociedades de cazadores, universidades y ONG en un modelo que ha aprendido a integrar conservación y desarrollo rural.
Lejos de entender el congreso como un punto final, García ha reafirmado en Sevilla la apuesta andaluza por coordinar un nuevo proyecto LIFE (2026-2031) centrado en la resiliencia: más infraestructuras verdes, mejor gestión genética, refuerzo frente al cambio climático y profundización en los mecanismos de participación social. La idea, ha insistido, es que el “modelo lince” sirva de guía para otras especies amenazadas de la Península, como el águila imperial ibérica, el quebrantahuesos o la cerceta pardilla, exportando las lecciones aprendidas a nuevos programas de conservación.
Con la clausura del congreso, LIFE LynxConnect cierra etapa, pero el mensaje que sale de Sevilla es nítido: el lince ibérico ha pasado de símbolo de extinción a laboratorio vivo de conservación europea, y su futuro dependerá de mantener —y financiar— esa visión compartida y acción coordinada que ha permitido rescatarlo del borde del abismo.
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