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Enclavada en el paraje de Caño Quebrado, a dos pasos de la ciudad de Jaén, la conocida popularmente como ‘Casa de las Monjas’ aguarda una historia propia llena de espiritualidad y sucesos llamativos. Construida a comienzos del siglo XX, esta casa de descanso se encuentra a la vera del emblemático Castillo de Santa Catalina, junto al cerro del mismo nombre.
El acceso a la casa se hace por medio de unas terrazas escalonadas orientadas hacia el norte, lo que ofrece una vista privilegiada hacia la ciudad de Jaén y el camino de la Llana. La fachada, caracterizada por una rotunda sobriedad, contrasta con la delicadeza de los elementos cerámicos policromados que la adornan, reflejo del estilo artístico de su época. Aunque en el pasado su ubicación era estratégica, la construcción de la carretera del Parador la relegó a un segundo plano, dejándola medio escondida entre un mar de pinos.
La Casa de las Monjas fue concebida como un lugar de descanso para las Hijas de la Caridad, una congregación que dedicó su vida y obra a la asistencia social y sanitaria de Jaén. Esta orden religiosa, fundada en París en 1633, llegó a la ciudad en 1845, respondiendo a la necesidad de atención a los enfermos y pobres de la época. Desde su fundación en el Hospicio de Mujeres de Jaén, las Hermanas desempeñaron un papel clave en la gestión de instituciones como el Hospital Provincial San Juan de Dios y el Sanatorio del Neveral, a dos pasos de la ubicación de la Casa de las Monjas.
El compromiso de las Hijas de la Caridad trascendió el ámbito sanitario, marcando también la educación y la asistencia a los más necesitados. En los años previos a la Guerra Civil, la comunidad de Jaén contaba con 72 hermanas distribuidas en seis comunidades. Sin embargo, los tiempos de conflicto supusieron un drástico cambio en su labor: muchas de sus instituciones fueron intervenidas, y las hermanas se vieron obligadas a adaptarse a las circunstancias, vistiendo como seglares para continuar su trabajo benéfico.
La Casa de las Monjas en Caño Quebrado fue un lugar de retiro y descanso para estas religiosas. Su ubicación, cercana al Hospital del Neveral, permitía a las Hermanas continuar sus labores asistenciales mientras vivían momentos de contemplación en un entorno natural privilegiado. Durante los años de la Guerra Civil, este espacio se convirtió en un refugio seguro donde las religiosas continuaron su misión, incluso bajo las más difíciles condiciones.
Uno de los episodios más emotivos de este período fue la celebración clandestina de la Santa Misa, gracias a la presencia del entonces Deán de Córdoba, don Francisco Blasco Nájera.
Con el paso de los años, la Casa de las Monjas fue vendida a un particular, pero su historia sigue viva en la memoria colectiva de Jaén, a pesar de que muchos ni siquiera sepan de su existencia. Su arquitectura y ubicación evocan una época en la que la asistencia sanitaria y social estaba estrechamente vinculada a las congregaciones religiosas. Aunque hoy en día su función ha cambiado, el legado de las Hijas de la Caridad persiste como un recordatorio de su contribución a la sociedad.
La historia de la Casa de las Monjas en Caño Quebrado es un ejemplo del impacto que una comunidad puede tener en la vida de los más vulnerables. Desde su discreta ubicación, sigue siendo testigo silencioso de una tradición de servicio que marcó a generaciones de jiennenses.
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