Diez leyendas olvidadas de Jaén: historias misteriosas que aún susurran entre castillos y aldeas

Descubre diez leyendas poco conocidas de Jaén y su provincia: fantasmas, tesoros moros, amores trágicos y misterios entre sierras y castillos.

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Fantasmas que todavía resuenan por edificios y enclaves de leyenda protagonizan estas diez historias poco conocidas.
Fantasmas que todavía resuenan por edificios y enclaves de leyenda protagonizan estas diez historias poco conocidas. / Pexels

Con la llegada de Hallowen el 31 de octubre y el Día de Todos los Santos el 1 de noviembre, gusta recordar historias que para unos se basan en hechos reales mientras que, para la gran mayoría, no dejan de ser invenciones que entretienen en noches de viento y lluvia. Sea como fuere, las leyendas son patrimonio inmaterial de un territorio y prueba de ello es que muchas de ellas se han recogido en numerosos libros dedicados a la materia.

Sin embargo, más allá de la leyenda del lagarto de Jaén, de la mona de la catedral o de las que envuelven al Castillo de Santa Catalina, tanto la capital como el resto de la provincia cuenta con un rico legado literario que relaciona hechos clave con otros de dudosa garantía real. Y para muestra un botón: el del decálogo de leyendas poco conocidas de Jaén y su provincia.

1. El espectro del Palacio de los Mendoza (Jaén)

En la actual sede del Archivo Histórico Provincial, el antiguo Palacio de los Mendoza, se dice que vaga el espíritu de una dama emparentada con la familia que mandó construirlo. Según los testimonios recogidos por funcionarios y restauradores en los años 80, en el sótano se oyeron pasos y voces femeninas cuando se rehabilitó el edificio. Algunos creen que se trata del alma de una mujer que fue emparedada por deshonrar a la familia. Otros, que es el eco de los rezos del oratorio desaparecido bajo el suelo.

2. La cueva del “Morao” de Pegalajar

En Pegalajar, junto a la Charca, los mayores contaban que había una cueva donde un moro (el “Morao”) guardaba un tesoro encantado. Cada siete años, en la noche de San Juan, el espíritu del árabe aparecía con un candil azul para ofrecer su fortuna a quien se atreviera a entrar y no mostrara miedo. Ninguno regresó para contarlo. Dicen que el oro aún brilla bajo el agua, y que algunas madrugadas se ven reflejos dorados en el fondo de la Charca.

3. La monja de los lirios (Baeza)

En un convento desaparecido de Baeza, una joven novicia fue enterrada viva por error tras caer en un sueño profundo. Años después, al abrir el sepulcro, el cuerpo estaba incorrupto y cubierto de lirios blancos. Desde entonces, cuando alguna monja del convento moría, el claustro amanecía lleno de lirios, sin que nadie supiera de dónde venían. La tradición dice que es la manera en que aquella hermana sigue acompañando a las suyas.

4. La piedra del juramento (Arjona)

En el camino viejo a Andújar hay una piedra alargada, con marcas profundas, conocida como “la piedra del juramento”. Según la leyenda, los caballeros de la Orden de Calatrava la usaban para jurar lealtad. Uno de ellos rompió su promesa y murió al día siguiente, petrificado junto al bloque. Los vecinos aseguran que, si colocas la mano sobre la piedra en una noche sin luna, sentirás un leve pulso, como si el caballero aún jurara eternamente.

5. El pozo de las almas (Torredonjimeno)

En el barrio antiguo de Torredonjimeno existía un pozo donde, según los vecinos, se escuchaban gemidos cada medianoche. Se decía que durante la Guerra de la Independencia los franceses arrojaron allí a varios prisioneros, y sus almas quedaron atrapadas. Quienes intentaron sellarlo contaron que el agua subía sola hasta rebosar. Actualmente, sobre el solar donde estaba, se construyó una casa; pero sus inquilinos aseguran que, en las noches de tormenta, se oyen voces bajo el suelo.

6. El monje de la Fuente de la Negra (Siles)

Cerca del nacimiento del río Mundo, en un paraje de Siles, brota la Fuente de la Negra. La leyenda cuenta que un monje fugitivo del monasterio de Segura se escondió allí con una joven mora de la que se enamoró. Cuando fueron descubiertos, él fue ejecutado y ella desapareció. Desde entonces, al caer la tarde, el agua adquiere un tono oscuro y se escucha el eco de cánticos monásticos entre los pinos.

7. La novia del castillo de Bélmez

Antes de que el pueblo fuera famoso por sus “caras”, Bélmez ya tenía una historia trágica. Una joven del lugar, hija de un noble, fue obligada a casarse con un hombre mayor. La víspera de la boda huyó al castillo con su amado plebeyo, pero fueron descubiertos y él asesinado. Ella se lanzó desde la torre, y desde entonces se dice que en las noches de luna se ve una figura vestida de blanco asomada al mismo torreón.

8. El perro negro del valle del Rumblar (Baños de la Encina)

Entre Baños y el embalse del Rumblar, los pastores hablaban de un perro enorme, negro y de ojos encendidos, que aparecía en los caminos solitarios. Acompañaba a los viajeros perdidos hasta la entrada del pueblo… y luego desaparecía. Quienes intentaban seguirlo encontraban una cruz tallada en la roca o en el tronco de un olivo. Se creía que era el alma de un monje guardián del antiguo priorato de Burgalimar.

9. La campana de oro de Chiclana de Segura

Cuando los moros abandonaron la fortaleza de Chiclana, ocultaron sus riquezas bajo tierra. La más preciada era una campana de oro puro. Cada Jueves Santo, a medianoche, su sonido emerge desde las profundidades del monte. Dicen que quien la escuche sin hablar ni moverse podrá verla brillar… pero si pronuncia una palabra, quedará atrapado en la tierra junto a ella hasta el próximo siglo.

10. El niño del cortijo de los Gitanos (Los Villares)

Durante la posguerra, una familia se instaló en un cortijo abandonado. Pronto comenzaron a escuchar risas infantiles y pasos en el granero. La abuela del lugar contó que allí murió un niño durante un incendio años atrás. Desde entonces, se oyen pelotas botar y juguetes que se mueven solos. El cortijo está en ruinas, pero muchos jóvenes de la zona aún juran haber oído la voz de un niño pidiendo “que no lo dejen solo”.

A caballo entre realidades posibles e invenciones aseguradas, estas leyendas forman parte del imaginario colectivo de lo que un territorio representa. Ya sean niños, novias o enamorados, cada historia refleja los pesares y pensamientos de una población que encontró en la cultura de transmisión oral la mejor manera de pasar sus ratos libres para que ahora podamos recuperar esos relatos que todavía, y más aún en estas fechas, consiguen poner los pelos como escarpias.

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