Análisis

Francisco Juan Martínez

Catedral, proyecto inacabado

Sobran los motivos para la declaración como patrimonio mundial de la Catedral de Jaén, pero conviene no tener prisas en esta candidatura

Fachada principal de la Catedral de Jaén.

Fachada principal de la Catedral de Jaén.

Una de las características que más singularizan a la Catedral de Jaén es que este soberbio edificio que sigue dominando el paisaje urbano de la capital del Santo Reino es un proyecto arquitectónico completamente acabado, perfilado hasta en sus más mínimos detalles. Esta nota distingue a la seo jiennense frente a otros edificios que, aun pudiendo ser genuinamente originales, sin embargo, no han sido construidos ni en su totalidad, ni con la coherente homogeneidad con que, a pesar del paso de los siglos, se materializó el proyecto originario de Andrés de Vandelvira.

Por eso, puede que al lector le haya llamado la atención el título de esta modesta colaboración, que define a la Catedral de Jaén como proyecto inacabado. No me refiero, claro está, a su conclusión constructiva, felizmente alcanzada en 1801, sino a la tortuosa evolución del proyecto de declaración como patrimonio de la humanidad, que desde 2010 serpentea, con avances y retrocesos, compases de espera y planificaciones para el futuro. Después de que, en 2010, la redacción del primer proyecto estuviese terminada, 2011 parecía ser el año en que finalmente Jaén iba a ver colmadas sus expectativas con una declaración positiva. Pero el balance y evaluación que del expediente hizo el Icomos (Consejo Internacional de Monumentos y Sitios) no pudo ser más desolador. Calificó el expediente como insuficiente, justificando la necesidad de un estudio más documentado sobre la contribución específica a la arquitectura religiosa de Hispanoamérica. Además, rechazó que el expediente pudiera ser admitido como una modificación menor de Úbeda y Baeza, dado que se trataba de una extensión que requería un nuevo expediente.

Algo parecido sucedió con el segundo expediente, retirado ante la divulgación de otro informe de Icomos, en que se señalaban cuatro obstáculos serios, casi insalvables, para alcanzar la tan deseada declaración: el deterioro del entorno urbanístico, la falta de sistema antiincendios y de prevención sísmica, el no demostrado influjo de la planta de la Catedral en Hispanoamérica y la injustificada afirmación de que el proyecto vandelviriano fue seguido por los sucesivos arquitectos. Varios de esos interrogantes han recibido ya sobrada respuesta, y lo que no es aconsejable son las prisas. Si el proyecto arquitectónico tardó siglos en culminarse, podremos esperar todavía varios años para que, al final, se reconozca lo que para tantas personas es más que evidente: que la Catedral de Jaén tiene sobrados motivos para ser reconocida como Patrimonio Mundial.

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