Un Mundial al que ya se le vio el cartón

Echó a andar el Mundial de Clubes y a las primeras de cambio se le ha visto el cartón. En ese cartón figura la sarta de sospechas que despertó desde que vio la luz y es el número de partidos en que la desigualdad le quitará competitividad. Ese 10-0 del Bayern al Auckland ha bastado para desnudar la credibilidad de un torneo originado por el afán recaudatorio del mandarinato en especial y de los asimilados en particular.

Sin duda alguna, los pingües beneficios y los indecentes repartos hacen que los verdaderos motores de la cosa hayan sacrificado vacaciones y descansos de sus estrellas en aras a unas recaudaciones tremendas. Será este Mundial de Clubes cosa de unos cuantos que harán de locomotoras y de otros que recitarán el triste papel de sparrings, justamente el rol que en la jornada inaugural protagonizó el pobre conjunto neozelandés ante los bávaros del Bayern.

Por cosas así, el cartel de este torneo no pasará de los beneficios económicos. Quizá pase como suele ocurrir, que a medida que vayan cayendo los Auckland de turno, el torneo vaya ganando en interés, pero entre las altas temperaturas reinantes en el Hemisferio Norte y las desigualdades, no parece que la competición vaya a calar. De aquí al 13 de julio, un chaparrón de partidos en el que tocará de vez en cuando uno con interés cierto, ya que la globalización juega en contra de cualquier idea competitiva. Ese 10-0 del Bayern ha hecho que se le vea con prisas el cartón.