‘Ena’, la reina de España
Cuando en Pamplona no pasa nada...
Viaja el día a día tan veleidoso que los hay tan sorprendentes como que, por ejemplo, en Pamplona no pase nada. En esa Pamplona que adoró a toreros tan distintos como Antonio Ordóñez y Antonio José Galán, al Viti y a Miguel Márquez, como adoptó a Paco Camino y a Jesulín de Ubrique, extraña que pase lo de ayer en su plaza de toros, que no ocurrió nada o casi nada.
Era, con el de Morante el miércoles, el cartel estrella de estos Sanfermines, pero no pasó nada por dos factores principales, la falta de celo de la corrida de Jandilla y el desacierto con los aceros de la terna, de toda la terna. Y es que asomó la profundidad de Juan Ortega, el poderío muletero de Roca Rey y la sevillanía naturalísima de Pablo Aguado, que se encontró con Histórico, guapo toro negro que sería el más potable del encierro.
Todos pudieron cortar orejas, pero al cabo no pasó nada y que ya es extraño que Andrés Roca Rey, erigido en rey de Pamplona, no haya podido aprovechar ninguna de sus dos tardes para salir en hombros del mocerío por el Paseo de Hemingway. Ya es raro que el peruano, tan idolatrado en la vieja Iruña, saliese andando de la que quizá sea la plaza donde más a favor de querencia acude. Hubo amago del habitual tsunami de Andrés y hubo entendimiento de Ortega, tan bien acogido por la sombra, con la bulla del sol y llenó la tarde de torería y sevillanía pinturera Aguado, pero era tan esperada esta combinación de toros y toreros que puede afirmarse que, aunque parezca mentira, en Pamplona, a veces, no pasa nada.
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