Este Sevilla es el cuento de Lúa

Andando a la escuela se titula un célebre cuento dirigido a la educación infantil en el que una niña de 6 años, Lúa, se divierte a diario yendo con su padre caminando a la escuela para reunirse con los otros niños, aprendiendo a respetar las normas de seguridad vial y, a la vez, siguiendo hábitos saludables.

El cuento de Lúa, adoptado por la DGT, quiere fomentar los valores de convivencia a través de respetar el entorno y por una cosa u otra se me venía a la mente mientras veía al Sevilla de García Pimienta pasar el tiempo delante de un Barcelona al que no hace mucho le era capaz de competir. Y lo hacía ante una ante una afición anestesiada, esta vez silenciosa y resignada.

Inocente como Lúa ante las explicaciones de su padre, la afición del Sevilla va andando a todos sitios mientras las demás niñas en la puerta del cole se bajan de potentes coches algunos, otros menos lujosos, pero con motor y cuatro ruedas. Suficiente para ahorrarse una buena caminata desde casa.

Un Sevilla-Barcelona, igual que en una visita del Real Madrid, siempre generó en el Sánchez-Pizjuán un gran ruido de sables, a la vez que enfervorizaba a la afición y sacaba de ella un colorido y un ambiente especial que se convertía en un aliado muy válido contra los rivales más temibles.

Después de una primera parte resultona, el sevillismo vio la realidad de este equipo y del momento que vive la entidad. Andando a todas partes, no queda otra. Estando el marcador en contra y el Barcelona con un jugador menos durante más de media hora, fue decepcionante ver cómo la impotencia de los de García Pimienta fue enfriando el ambiente y lo que en otros tiempos hubieran sido 30 minutos de nervios, frenesí y prisas por al menos poder empatar acabó en un silencio sepulcral mientras los asientos de fondo empezaban a asomar. Por cierto, están rosas ya, ¿habrá para otra mano de pintura?