De Las 7 Puertas a Los Caminos
Decir de Las 7 Puertas a Los Caminos era una forma de delimitar la que durante muchos años fue la más larga y llena de vida arteria comercial de Sevilla. Nada menos que desde la Encarnación hasta los pies de la Giralda, uniendo Puente y Pellón, Lineros, la Plaza del Pan, Francos y Placentines. Muchos de los mejores comercios de la ciudad, entre ellos algunos de los más valiosos arquitectónica y decorativamente, abrían en ellas sus puertas. ¿Ultramarinos? El Bacalao, La Casa de las Galletas, Marciano o Casa Lucas. ¿Librerías? Pascual Lázaro. ¿Artículos y libros religiosos? San José. ¿Corseterías? Peque, Modelo, Iruzubieta, Méndez. ¿Guantes? Pino. ¿Lanas? Pareja. ¿Novias? Jolice, Cira. ¿Fotografía? Santana. ¿Tejidos, confecciones, encajes, mercería? Britanyz, Benítez, Velasco. Macarro, Arias, Oro Blanco, Peña, Vázquez. ¿Cordonería? Hijos de Carlos Ballesteros, Casa Rodríguez, Alba. ¿Caramelos? Mauri. ¿Joyería? Platería Bernal. ¿Bares y cafés? Pajaritos, La Europa, El Comercio, Oro Bar. ¿Moda Flamenca? Lina. ¿Óptica? Bovis. ¿Máquinas de coser? Alfa ¿Juguetes? El 0’95. ¿Ferretería? La de la Plaza del Pan. ¿Zapaterías? La Cubana y las de la vecina calle Córdoba. ¿Supermercados? SPAR. ¿Grandes almacenes? Ciudad de Sevilla, Los Caminos, Pedro Roldán, Vilima, Las Siete Puertas … Y muchos más –algunos felizmente vivos, la mayoría difuntos– que no recuerdo porque me he fiado de mi memoria con alguna ayuda del apuntador que susurra desde su concha de las redes. De la mayoría de los citados he sido (e incluso soy cada mañana) cliente o fui hijo acompañante de clienta.
No se trata de nostalgia subjetiva sino de objetivo cabreo porque a la pérdida de los comercios históricos cuando el eje Puente y Pellón-Placentines fue decayendo hasta casi agonizar, le siguió una resurrección y ahora está abarrotado. Pero revivió –al igual que la mayor parte del centro histórico– como un zombi macarra al servicio de un turismo que me atrevo a calificar de hortera vistos los igualmente horteras comercios de baratijas que suscita. Entre ellos sobreviven las pocas reliquias comerciales de una Sevilla que fue identificable, única. Si fuera turista preferiría ver aquellas calles de hace décadas con sus comercios históricos. Porque estoy tan pasado de moda que aún creo que se viaja para ver lo diferente, lo propio de cada lugar, lo auténtico, no la cutrez global o la falsificación temática.
También te puede interesar
Vía Augusta
Alberto Grimaldi
Anatomía de un bostezo
La ciudad y los días
Carlos Colón
La UE y el aborto: sin conciencia
El mundo de ayer
Rafael Castaño
Gustavo Faverón no existe