Vía Augusta
Alberto Grimaldi
Contumaz Feijóo
EN LINEA
Europa tiene mala fama, le achacamos males diarios que, la mayoría de las veces, tienen código postal cercano. Concentramos una animadversión recurrente hacia Bruselas por sus decisiones como si no participáramos de ellas. Todo lo chungo viene o es culpa de Europa. Sin embargo, eso que llamamos Europa aparece como marco de nuestras mejores fotos como país. Como hay revisionistas de todo a cien, a la Transición, con mayúscula, le llaman régimen del 78 y para el otro lado del extremismo patrio, nuestra conquista de Europa no deja de ser un pasaje servil de nuestra historia. Eso sí, no desaprovechan ocasión para loar las bondades de dictadores como Putin, las verdades de Trump (oxímoron) o tocarles las palmas al Milei de turno en su deriva populista. Valores.
En este plebiscito eterno en el que estamos embarcados importa más la última hora, el minuto y resultado de la actualidad política que la masa madre que se hornea en la Europa que vendrá. Ni un discurso europeísta de calado que llevarse a la boca de nuestros líderes, luego se sorprenden de la desafección y de la baja participación en estos comicios. Nuestro cortoplacismo no permite explicar, por ejemplo, que nuestros “grandes” partidos sí se ponen de acuerdo allí donde el caldero de la opinión pública no hierve. Pero esos pasajes tan edificantes no son, de momento, extrapolables porque aquí lo que vale es el furtivismo político, el cuerpo a cuerpo en redes, la descalificación personal y, claro está, chapotear en el fango.
Cuando cierren los colegios electorales, Sánchez evaluará el desgaste de su infalible cesarismo, sumará con lo propio o ajeno hasta cuadrar el argumentario y se preparará para su próxima encrucijada, que será la nuestra, con carta o sin ella. Feijóo, por su parte, respirará aliviado con el fin de otra campaña errática, en la que siempre parece acabar desfondado, da igual las expectativas demoscópicas con las que parta. A ambos cabría recordarles que lo de festejar antes de cruzar la meta es contraproducente. A la atleta española de marcha Laura García-Caro el bronce se le escapó por celebrar antes de tiempo. La diferencia es que la deportista no le echará la culpa a los demás.
Pasadas las cuitas nacionales, será el momento de ver la correlación de fuerzas de esta vieja Europa y hacía dónde pone su rumbo. Esto es lo más importante, aunque nos interesará mucho menos.
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