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“Ningún mar en calma hizo experto al marinero”. Lo dijo Antonio Pérez Lao, ex presidente de Cajamar, en alusión a la época turbulenta en la que su gran amigo José Luis García-Lomas (1940-2022), se hizo cargo de la presidencia de Caja Rural de Jaén, a principios de los años 80 del siglo pasado.
Así es. De las dificultades surgen oportunidades, aunque hay que tener coraje para superarlas. Eso, también. Es algo de lo mucho que aprendí mientras me documentaba para escribir la biografía de la persona que llevó las riendas de la primera entidad financiera de la provincia de Jaén durante casi cuatro décadas. No lo tuvo fácil. Como nada en la vida de aquel niño que perdió a su madre con siete años, de la noche a la mañana, cuando volvía de un viaje a Madrid con la ilusión de enseñarle el abrigo nuevo que le habían comprado y que nunca llegó a ver. Empezaba a forjarse el carácter de quién tanto hizo por Jaén y a quién tanto se echa de menos.
Charlas largas y fructíferas, en su despacho de Geolit, conversaciones directas, sinceras, sin filtros, durante meses, dieron a luz a esa criatura que fue su biografía autorizada. La obra la presentamos en diciembre de 2021, apenas diez meses antes de su repentino fallecimiento. Hoy se puede decir que a ese libro le falta el último capítulo, el más triste.
Y es que cuando me desperté en Marín el 4 de octubre de 2022 no sabía que esa noche dormiría a casi mil kilómetros, en La Carolina. Tengo que agradecer a Pepe Márquez su complicidad y cercanía para tenerme al tanto, aunque a él no le guste que lo diga. Llegué al tanatorio de la capital de las Nuevas Poblaciones al filo de la media noche, donde llevaba todo el día velándolo la familia del presidente. Parecía un sueño, un mal sueño. El multitudinario funeral de la tarde siguiente confirmó que era real.
El despacho de José Luis en el flamante edificio de Caja Rural en Geolit fue testigo de horas y horas de grabaciones cómplices. Puedo presumir, y presumo, de ser la periodista a la que más tiempo dedicó ese hombre que tanto huía de las entrevistas. Y del foco mediático, en general. Todos decían que no tenía filtros, que hablaba sin pensar… Eso parecía, pero no. Simplemente, hablaba claro y sin rodeos. Un carácter de trabajador incansable que se plasmó en su certera gestión de Caja Rural.
Aunque se marchó sin poder decir adiós, sí que se llevó el reconocimiento de la sociedad jiennense y de las instituciones de la provincia que lo vio crecer y a la que tanto dio. De todas las distinciones, me contó que una de las más emotivas para él fue que llevara su nombre la carretera que conduce a la antigua mina “Los Guindos”, donde trabajó como ingeniero. Y ser Hijo Adoptivo de La Carolina, también. El lugar en el que reposa para siempre.
Le encantaba decir que estaba casado con una mujer “nacida y criada” en La Carolina, su esposa Aurora Pousibet. Se enorgullecía y lo reiteraba siempre que salía a cuento. O aunque no saliera. Ella me regaló innumerables recuerdos, fundamentales para que la biografía tomara forma, igual que su hijo mayor, Luis Jesús, que lleva desde 2007 el timón del gran legado de su padre: la Fundación Caja Rural de Jaén. Una institución que salió adelante por empeño personal del presidente, el mismo que ponía en todo lo que emprendía.
El 16 de abril de 2021 fue reelegido para un séptimo mandato al frente de Caja Rural, aunque con la miraba puesta en buscar a quién cogiera su testigo. No pudo ser. Sus compañeros de la Caja y sus amigos repiten, igual que una letanía, “¡cómo se le echa de menos!”. Alguien dijo que las instituciones están por encima de las personas. Claro que, desde luego, hay personas… y personas. Porque estamos hablando de la única entidad financiera que devolvió al Estado hasta la última peseta, luego euros, a consecuencia de la intervención del Banco de España de 1982 y que, más tarde, tuvo la inteligente visión de quedarse al margen del negocio inmobiliario, lo que evitó que se hundiera como ocurrió con el resto de bancos y cajas de ahorro.
-“¿Cómo decidió usted que la Caja no entrara en el tema del ladrillo? ¿Cómo vio que era un caramelo envenenado?”
-“Hombre, ¡si es que eso lo veía cualquiera!”.
Durante aquellos meses de diálogo y confesiones, entre finales de 2020 y verano de 2021, salió a menudo a relucir su estrecha relación con Esteban Ramírez Martínez, (1931-1999) empresario de comunicación, con quien José Luis recordaba que se sinceraban en las comidas que compartían cada quince días. Qué caracteres tan parecidos. Qué final tan prematuro el de ambos. Qué privilegio conocerlos y aprender de los dos.
Así que el libro de la biografía de José Luis no podía terminarlo de otra manera. Con la filosofía que ambos compartían y que, realmente, llevo grabada a fuego. “Sembrar, siempre sembrar. Sembrar en todos los surcos… sembrar hasta en las piedras”.
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