Aceldama

VERICUETOS

18 de abril 2025 - 23:59

Campo de sangre. Ese es el significado de esta extraña palabra. Un sitio destinado a ser el escenario de nuestras pasiones y el recordatorio de sus consecuencias, como verá en un minuto que le va a llevar la lectura de este artículo. El Akeldamá existe en realidad y se encuentra en el valle de Hinom, o Gehena, a las afueras de Jerusalén. Se lee en los Hechos de los Apóstoles que Judas compró ese terreno con las treinta monedas que recibió por su traición; en cambio, en el Evangelio de Mateo se lee que fueron los sacerdotes los que compraron con las monedas devueltas por Judas el campo del alfarero, que era como se llamaba a la misma parcela, para dedicarlo al enterramiento de extranjeros. Mateo escribe que Judas se ahorcó (colgado de un árbol como Absalón, el hijo traidor de David); en cambio, los Hechos describen que Judas cayó de cabeza en el Aceldama, su cuerpo se abrió por la mitad y todas sus entrañas se derramaron… De ahí el nombre de campo de sangre, unido al color rojo de la arcilla que abunda allí.

Toda esta truculenta escena, que he conocido gracias al último libro del escritor Óscar Fábrega, me ha hecho reflexionar mucho acerca del papel de los diferentes Judas en nuestras vidas. En mi primera novela, Mandylion, uno de los protagonistas defendía la hipótesis de que Jesús en verdad se suicidó y que Judas solo le ayudó en ese tránsito cumpliendo sus órdenes para que todas las profecías del Tanaj se autocumplieran. Y esto me da que pensar que, a menudo, somos nosotros mismos quienes buscamos a esos supuestos traidores con tal de llevar la razón, manipulándoles sin clemencia y convirtiéndoles en culpables de todos nuestros males, mientras nosotros salimos indemnes de nuestras acciones y sin responsabilidad alguna por ello.

Ahora me dirijo a usted. ¿Cuántas veces ha guiado su conducta el resentimiento, la necesidad de una decepción, la calumnia, la ofensa, la envidia? ¿Cuántas veces, pasada la primera fase de confianza ciega, ha descubierto que otra persona no es como creía o como quería que fuera? ¿Cuántas veces ha sido usted esa persona que ha defraudado? ¿Cuántas veces le han traicionado? ¿Cuántas veces lo ha hecho usted? ¿Cómo de buena persona se considera en relación al resto? ¿Acaso no será que se tiene en demasiada estima? ¿Y si es usted un Judas, no solo para los demás, sino para sí mismo, boicoteándose a diario con tal de dar pena y que los demás le vean como un mártir? ¿Piensa en todas estas cosas cuando reza, cuando medita o cuando simplemente está a solas? Porque si no lo hace, quizá se está engañando y, lo que es peor, se lo está creyendo. Ya sabe, tire la primera piedra si es capaz, pero recójala de su particular Aceldama, que no es otro lugar que su conciencia...

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