Ardió la cogobernanza

02 de septiembre 2025 - 03:10

Uno tiene por tradición retomar sus columnas tras el veraneo con alguna sentimental memoria de los vinos de Tierra Barros. Pero este año, aunque mi alma sigue teñida del patricio púrpura de los tempranillos y los afrancesados cabernet sauvignon de la baja Extremadura, el clarín de la actualidad no ha dejado de sonar y urge el posicionamiento y la reyerta.

En el duermevelas caliginoso de las pesadas siestas de agosto hemos entrevisto quemarse la piel y el alma de España. Ardieron encinas, quejigos y alcornoques; pastos y bestias; caseríos y villares... Pero, sobre todo, hemos visto llamear esa “cogobernanza” que inventó el presidente Sánchez en los tiempos de la pandemia como antesala del federalismo confederalizante al que aspira el sanchismo. Es prácticamente unánime la opinión de que la comunicación entre los gobiernos central y autonómicos es un diálogo de sordos y que el Estado de las Autonomías tiene serios problemas de funcionamiento. Lo dicho no es un mero problema político para el facilón análisis en los salones, sino que tiene consecuencias –a veces muy trágicas– en la vida de las personas. Lo vimos en la dana y lo hemos vuelto a ver en la gran pira de agosto, con esos españoles que defendieron sus casas con las mangueras de regar las hortensias mientras que alguna periodista del perol les reprochaba su heroísmo trágico (valga la redundancia) y les animaba a convertirse en manso y ordenado rebaño.

Quizás tanto se nos ha ido la mano con las autonomías y la diversidad, que España ya no puede funcionar como España cuando lo requiere la ocasión. Y la solución no puede estar en más desconexión entre los territorios y la Administración central, sino en todo lo contrario. No se puede estar todo el día reclamando la apertura y porosidad de las fronteras internacionales cuando, al mismo tiempo, se levantan muros cada vez más altos entre las regiones españolas. Muros lingüísticos, fiscales, culturales, educativos, sanitarios, económicos, incluso operativos a la hora de atender una emergencia por un desastre natural.

Ayer supimos que Illa se reunirá hoy con Puigdemont en Bruselas, aunque es de primero de dignidad democrática (y autoritaria) que los presidentes legítimos no visitan en el extranjero a prófugos de la justicia. No lo dirán, pero hablarán del precio que le pondrán los agraviats de Junts al apoyo a Sánchez para que continúe en la Moncloa hasta 2027. Un precio que se establecerá en ladrillos para levantar un poco más el muro. Mientras tanto, España se achicharra.

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