La cruel zambomba

03 de diciembre 2025 - 03:07

La madurez o su simulacro quizá sea esto. Uno tal vez no sepa a qué sitio ir, pero sí del que huir. De modo que habré de evitar estos días de la desdicha el entorno de la Torre del Agua en el Porvenir y toda gestión o visita al IES Politécnico de Los Remedios. Huiré de toda cercanía al Monasterio de San Jerónimo, la parroquia de la Concepción en Nervión y el Teatro Alameda. Evitaré en mis paseatas los entornos de los Centros Cívicos, sea por el bulevar de Bellavista o por Sevilla Este. Y si en Triana las puertas de la parroquia de los dominicos están entornadas, rehuiré toda invitación a entrar como quien sufre un súbito cólico de posesión diabólica. ¿Motivo? Las crueles zambombas, que alegrarán (es un decir) todos los sitios citados.

Agradezco mucho que se haya publicado el mapa de zambombas previstas, distrito por distrito, para esta Navidad. Uno se debe a sus muy dignas aprensiones. Llamarla neurosis es una afrenta al psicoanálisis de Jung. Se habla ahora de la larga noche de Franco por el 50º aniversario del óbito del cruel hombrecito. Pero nadie habla de la larga noche de terror nocturno que padecemos las víctimas de estas fechas entrañables. Hablo de los villancicos aflamencados. Hablo de las despiadadas zambombas. No conozco mayor terrorismo acústico que el de una zambomba. Hasta la onomatopeya y la eufonía de la zambomba parecen concebidas para la aniquilación de los oídos.

Uno sabe que podría ser nombrado persona non grata por Jerez, por lo que me ofrezco cual Ecce Homo para ser escarnecido en la misma Plaza del Mamelón. Los sevillanos extendemos el contagio leproso y capitalino de Sevilla a Cádiz, el único mundo resumido para Fernando Villalón. El carnaval gaditano (me ahorro otra cruenta lapidación) lo estamos sevillanizando. Y ahora la zambomba jerezana, el más cruel de los suplicios, la importamos, copiamos y reproducimos para hacerla cada vez más sevillana.

El Niño Jesús necesita arropo, pero no ruido ni matraca. Alguien podrá decirme que así le canta nuestra tierra al Niño Dios. De lo que infiero el consabido espóiler que va del maravilloso Belén a la calavera del Gólgota. Soy creyente y por eso no concibo que al Niño Dios se le tenga que torturar con zambombas en el mismo pesebre hecho de paja de cabello de ángel. Los Reyes de Oriente le ofrecieron oro, incienso y mirra, pero no algodón de oveja de Judea para los oídos.

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