Vía Augusta
Alberto Grimaldi
Anatomía de un bostezo
Uno de esos medios de información masiva de sesgo progresista ha adelantado en primicia un escandaloso capítulo de las memorias de Jaime Ostos, en el que se cuenta un cuarteto sexual, desarrollado en un hotel de Zaragoza, en los años 60, cuyos participantes fueron el mismo torero, el actual Rey Emérito (por entonces Príncipe de España) y “dos vedetes”, que es palabra y profesión rijosa, añeja, hermosa y en desuso. En el caso de ser verdad (las memorias, póstumas o no, con negro o sin él, es uno de los géneros de ficción más delirantes), nos gustaría hacer unas consideraciones, con permiso de los participantes en dicho jolgorio. La primera es que se echa en falta esos tiempos en los que el buen tono progre consistía en no comentar la vida íntima de las personas, por importantes que fuesen y la manía política que se les tuviese. En Francia, que antes de la revolución woke-USA era de donde venían a España los catecismos de la izquierda, se permitían tener un presidente socialista como Mitterrand, famoso por sus apetitos carnales desaforados y su afición al bello sexo, que es como se denominaba antiguamente a las personas que la cultura dominante y el heteropatriarcado habían adscrito impunemente al género femenino. La segunda consideración es que los reyes también tienen derecho a sus actividades venéreas, por perversas que a la pacata moral pequeño-progresa le pueda parecer. Y en ese derecho se incluye también la sordina con la que se deben tratar los asuntos sexuales ajenos, más si estamos hablando de un medio de comunicación serio, como no dudamos que lo es (ser o no ser) el que ha difundido la tórrida primicia. La cuarta, más que una consideración, es una fantasía: ¿estaría ya Juan Carlos, en medio de aquel gentío amoroso, pensando en cómo iba a conducir a España a una de las cotas más altas de su historia? Si así fuese, recurriríamos al derecho del descanso del guerrero.
Al respetable les gustan las historias de sexo y poder. Y si estas consejas de viejas sátiras están relacionadas con la casa de la Flor de Lis, depositaria de una larguísima tradición de leyendas eróticas, mejor que mejor. A la bella María Antonieta, después de guillotinarla, los revolucionarios de la fraternidad le inventaron una falsa y exitosa biografía en la que todas las depravaciones sexuales tenían su asiento. Y toda la España culta se regocijó cuando, en 1986, la Biblioteca Nacional (¿cuánto tiempo conservará tan hermoso nombre?) compró el famoso álbum satírico Los Borbones en pelotas, atribuido equivocadamente por algunos a los hermanos Bécquer. Por lo tanto, nada nuevo bajo el sol. Los Borbones continúan nutriendo de picardías la gran tertulia española y el Rey Emérito sigue siendo una figura histórica incontestable, pese a unas equivocaciones por las que está pagando como nadie alejados desiertos.
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