Encuentros navideños con Dickens y Conrad

28 de diciembre 2025 - 03:09

En lo más alto de mis afectos, Dickens y Conrad, fieles compañeros de vida desde hace más de sesenta años. No solos, por supuesto, pero sí los primeros. A ambos los conocí unas Navidades.

Este año, más que otros, grandes firmas han escrito sobre Dickens en los medios más diversos, hasta en los más Scrooge por su aversión a lo que estos días se celebra. Mi firma no será tan grande como las suyas, pero en fidelidad, seguro, les supero. Lo leo desde el David Copperfield –en la portada David y el siniestro señor Murdstone– que me regalaron unas Navidades, cuando debía tener seis o siete años, en su primera edición de 1958 en aquella magnífica Colección Historias de Bruguera que, para facilitar el tránsito de los tebeos a los libros, ofrecía versiones abreviadas de grandes novelas en las que las páginas de texto se alternaban con 250 ilustraciones que desarrollaban la trama en historietas. Con 14 años una de las grandes amistades de mi vida fue cuajando en torno a la lectura compartida de Grandes esperanzas. Y al poco, durante seis años, los Reyes me fueron trayendo los seis volúmenes de sus obras completas en Aguilar, con las cálidas traducciones de José Méndez Herrera. Así desde entonces hasta La pequeña Dorrit que me ha tocado releer en mi anual encuentro con Dickens entre la Purísima y Epifanía. Con, lo confieso, furtivas incursiones a los irresistibles Papeles póstumos del club Pickwick a lo largo del año.

A Conrad lo conocí más tarde y en un cine, en las cinematográficamente incomparables Navidades de 1965. Grandes Navidades de cine conocimos muchas quienes damos por bueno ser viejos ahora a cambio de haber sido niños y jóvenes cuando se estrenaron, en aquellos grandes cines de verdad que permitían anclar los recuerdos, Los diez mandamientos en el Imperial el 17 de diciembre de 1959 y también allí Ben-Hur el 3 de enero de 1961, Lawrence de Arabia el 30 de diciembre de 1964 en el Cervantes o La carrera del siglo el 17 de diciembre de 1966 en el Llorens. Pero ninguna como las Navidades de 1965 en las que el 16 de diciembre se estrenó My Fair Lady en el Llorens y el 17 Mary Poppins en el Imperial y Lord Jim en el Cervantes. Allí fue donde Richard Brooks me presentó a Joseph Conrad, a Jim, a Marlow, a Steiner, a Jewel y al caballero Brown.

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