Crónica personal
Pilar Cernuda
Salazar, otra pesadilla
Es verano y el algoritmo lo sabe. El vino se mezcla de cualquier manera, pagamos por cosas que se sirven en platos, pero que no alcanzan el concepto de comida, pero, eso sí, a pie de playa. Descuidamos la vestimenta con la urgencia que dictan los 40 grados y tratamos de sobrevivir al canto de las chicharras y a la canción del verano, qué será peor.
Se relajan, en definitiva, las costumbres y así las cosas nos ofrecen en la bandeja del móvil las versadas opiniones de asuntos variopintos: autoayuda, nutrición, psicología, decoración de interiores, sexo tántrico. No tengo por costumbre dejarme llevar por el canto de esas perdices, a modo de reclamo, pero el algoritmo, la IA o Tarzán en paños menores han decidido que sería lo suyo. Me ofrecen el género de manera repetitiva y con la sutileza de un mercadillo. Quizá esté inmerso en un proceso de reeducación, seguro que necesario. Quieren que consuma mi tiempo en dejarme entretener por dónde comen famosetes a medio cocer o dónde sientan sus posaderas personajes de dudoso pelaje, pero de buen vivir y mejor yantar.
En particular me preocupa el acoso al que estoy sometido en los últimos días. Huyo digitalmente de los vastos pensamientos de Gonzalo Miró, el muchacho es ahora mismo en España un trasunto de Leonardo da Vinci. Un fenómeno. Desborda doctos conocimientos de cualquier materia: política, gastronomía, fútbol, física cuántica y no sólo le basta con sus apariciones estelares en radio y televisión, sino que su pensamiento se desgrana en cómodas píldoras, ocurrencias varias, que el algoritmo, en modo cuñado, es capaz de dosificar cuando menos te lo esperas. “A que no sabes...”, “La nueva polémica...”, “Aquí es donde Gonzalo Miró...”
Podía entender que, de tarde en tarde, Pérez Reverte (firme y a su servicio don Arturo) me aconsejara sobre mamelucos, hidalgos pendencieros, reinas ligeras de equipaje, ignotos mares, libros que debes leer una vez en la vida... porque del académico algunos buenos títulos y otros tantos artículos hemos leído, pero de Miró, no nos consta un campo de sabiduría específico, ni haber leído nada suyo de enjundia de momento, aunque quizá el Planeta aceche.
En esta España mojada, de memoria laxa, está a un paso de la canonización civil Gabriel Rufián, a un tris de incorporarlo al santoral, ya que para algunos cada dos frases se marca una sentencia. El nuevo Séneca de Santa Coloma ha caído en gracia y se le perdona la falta de rigor con su propia palabra, que su Itaca particular pase por la destrucción de lo que queda de este país, sus desvaríos ultranacionalistas, porque el chiquillo es buen orador, ocurrente, y nos iríamos a tomarnos unas cañas con él, que, sin duda, pagaríamos.
Reconozco que a mí este pícaro no deja de sorprenderme por su versatilidad para la supervivencia, está a un paso de destronar a otro de nuestros ídolos caídos, Don Juan Carlos I de España y decimotercero de Abu Dabi. No, eso es insuperable. Bárbaras andanzas las suyas.
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