Fiscal general del Estadio

26 de noviembre 2025 - 03:08

No hay nada más desagradable que tener que abandonar un estadio de fútbol antes de que el partido termine. Ciertamente, muchos aficionados lo hacen cuando ven que la derrota del equipo de casa es prácticamente irreversible, pero no me refiero a esos casos de resignación más o menos cristiana. Los hijos del doctor Bedoya, ginecólogos como su padre, me contaban de esta eminencia nacida en Cantabria, padre simbólico de miles de niños, que solía acudir a los partidos del Betis y en megafonía dejaba dicho que si lo requerían para un servicio urgente que no dijeran su nombre para evitarle el lunes el bochorno de los amigos sevillistas. El doctor Bedoya se creó por imperativo balompédico una serie de heterónimos para proteger su reputación verdiblanca. Como Machado o Pessoa.

A una buena amiga la llevé a una final del Trofeo Ciudad de Sevilla cuando todavía existía. De pronto le entró una angustia tremenda porque pensó que como periodista en ese momento no debía estar viendo un partido de fútbol, el opio del pueblo obviamente, sino en La Cabezas de San Juan, a cuyo cuartelillo se habían llevado al alcalde comunista por participar en la ocupación de una finca por jornaleros.

Álvaro García Ortiz ha presentado su dimisión como fiscal general del Estado. A otra cosa, mariposa. ¿Pero quién le devuelve los minutos que se perdió del Atlético de Madrid-Inter de Milán a Julián Salto, fiscal de Delitos Económicos? Lo localizaron en el Metropolitano, malditos móviles, el 13 de marzo de 2024, para que rebotara a sus superiores el contenido de las conversaciones cruzadas con Alberto González Amador, el novio de Isabel Díaz Ayuso.

En el juicio en el Tribunal Supremo, donde prestó declaración, no le preguntaron en qué momento del partido abandonó el estadio. No sabemos si sufrió con el gol de Dimarco que adelantó a los interistas, si le dio tiempo a disfrutar con el empate de Griezmann o con el gol de Memphis Depay que llevaba al partido a la prórroga. En un partido con tantas emociones nadie se va antes del final. Se perdería la prórroga y no sabemos si la tanda de penalties la siguió en el taxi o ya en su despacho capturando esas conversaciones como un personaje de John le Carré. Al menos no tuvo que pasar por el apuro del doctor Bedoya de que dijeran su nombre por megafonía. Celebraría el fallo en el penalti de Lautaro Martínez que le dio a su Atleti el pase a cuartos de final. Por lo visto ese día fue la primera vez que oyó el nombre de Alberto González Amador, que tampoco quería que dijeran su nombre por megafonía.

Le queda el consuelo al fiscal Julián Salto de que el resultado de la controvertida sentencia, cinco votos a favor de la condena de García Ortiz por dos votos negativos, le recordará el 5-2 del último derbi madrileño. Igual en el taxi iba cantando con Sabina “mira si soy colchonero / que paso por Concha Espina / como pasa un forastero”. En la tanda definitiva hubo nueve penas máximas. En el otro partido, el del fiscal general, la tarjeta roja fue para el árbitro. Hoy se juega otro Atleti-Inter. Un recuerdo agridulce para el fiscal Salto, que rezará para que no le suene el móvil.

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