¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Ussía, el último acto del “otro 27”
Tras veintiún años publicando en el Grupo Joly con absoluta libertad y total desparpajo, nadie dudará de mi catolicismo a machamartillo a lo Menéndez y Pelayo ni de mi ortodoxia chestertoniana ni de mi rigorismo de pepinillo en vinagre. Con todo, entiendo la pulsión de hacer funerales laicos cuando uno dirige un Estado no sólo aconfesional, sino anticonfesional, aunque no es eso lo que quiso nuestra vapuleada Constitución. La coherencia es virtud que me gusta mucho, y se la aplaudo incluso al consecuente en sentido contrario. Sin embargo, qué desangeladas han salido las ceremonias civiles de Valencia.
¿No podrían haberse hecho mejor? Sin duda, aunque ni mejores las quiera para mí, que aspiro a una misa como Dios manda. Pero volvamos al laicismo: la clave está en el horizonte. Una secuela que les ha dejado a los ateos o a los agnósticos el roce con el catolicismo es que piensan que fuera de la Iglesia no hay más allá. Extra Ecclesiam nulla trascendentia, se dicen. Lo que sucede entonces lo explicó para siempre un aforismo de Ramón Eder: “Si a la vida le quitas todo tipo de trascendencia, la conviertes en algo intrascendente”. Estos funerales laicos han sido la prueba.
Sin embargo, queda margen aun sin la maravilla que supone la doctrina católica de la inmortalidad de las almas, la comunión de los santos y la resurrección de los cuerpos. Entiendo que, en comparación con eso, cualquier otra cosa parezca pálida, como los etéreos espíritus que Ulises y Eneas contemplaron en el Hades. Sí, pero no hay por qué rendirse a la cursilería ni al sinsentido.
Hay otra trascendencia en la familia y en los hijos. Hay otra en el patriotismo, que es una especie de comunión de los santos por lo civil, donde los presentes mantienen la llama y el legado de los que fueron. La continuidad de la patria acoge a los fieles compatriotas difuntos. Otro homenaje es la justicia. Los muertos descansan cuando los vivos asumen la responsabilidad de su muerte, si es el caso.
Con esos mimbres sí se podría hacer un funeral civil con un temple quizá pagano, aunque digno y hermoso, emocionante y auténtico. De hecho, ni yo, tan católico, renuncio a esas otras trascendencias. Pero como ahora repudiamos también la familia, el heroísmo, la memoria y la justicia, todo es vacío y nihilismo, y no hay manera.
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