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Dios es redondo, titula uno de sus libros Juan Villoro, y Ana es ministra. Ana Redondo, titular de Igualdad, ha dicho literalmente que ninguna mujer con el sistema de protección Cometa ha sido asesinada. Eso es muy gratificante oírlo, es digno de celebración, de no ser por la ambigüedad de la respuesta a cuenta de las pulseras. La frase recuerda uno de los titulares del simpar Pepe Guzmán cuando estuvo unos días al frente de la sección de Deportes de El Correo de Andalucía. Rezaba de este modo la primicia. Título: “Gran actuación de los nadadores españoles”. Subtítulo: “No se ahogó ninguno”. El rigor de las declaraciones de la ministra de Igualdad es equivalente al del alumno que recibe una matrícula de honor cuando le presenta al profesor sus folios en blanco. Excelente trabajo: ni una sola falta de ortografía.
La ministra de Igualdad podría haber rematado la faena con los versos de Federico García Lorca del Romancero Gitano: “Señores guardias civiles / aquí pasó lo de siempre / han muerto cuatro romanos y cinco cartagineses”. Una forma elegante de hacerle un guiño a su jefe y presidente del Gobierno, que ha pasado por la misma Universidad de Columbia en la que estuvo en 1929 el poeta granadino del 27. Pedro Sánchez, entre décimas y alejandrinos, aspira a perpetuarse para llegar en el año del cuarto centenario de la muerte de Góngora y el centenario de los poetas reunidos en Sevilla por Ignacio Sánchez Mejías, que además de torero, para superar el filtro y los melindres de gente como Urtasun, era también dramaturgo y filósofo, amén de cuñado de Joselito y Gallito, diminutivos que se codeaban con los morlacos de Gerión.
El juego de los ministros y las ministras para protegerse en sus fuegos fatuos es risible. Lo que en la derecha sería categoría, dicho con la rotundidad de la canción del Fary, en la izquierda es pura anécdota. Un desliz, una desaplicación, que diría el técnico de fútbol Vicente Cantatore. En su biografía de Franco, Julián Casanova le contó hasta 118 ministros (en sus primeros gabinetes, ocho de Ferrol). Pedro Sánchez ya lleva 52, que tampoco está mal. A unos los va a mandar a recuperar las plazas perdidas: María Jesús Montero a Andalucía, Diana Morant a Valencia, Pilar Alegría a Aragón. A los que perdieron las suyas los recolocó en ese Gobierno de coalición que es como un homenaje a las encajeras de bolillos. El que pierde gana, como la obra de Graham Greene, y ahí están en el Consejo de Ministros derrotados como Mónica Martín en Sanidad, Óscar Puente en Transportes y Obras Públicas y de la misma diócesis pucelana Ana Redondo, la ministra de Igualdad a la que con la metáfora periodística de Pepe Guzmán no se le ahogó ningún nadador en la piscina de las mentiras piadosas.
Hoy juega en el campo del Betis el Nottingham Forest, la tierra de Robin Hood, el que robaba a los ricos para dárselo a los pobres. Algún ministro o ministra (no lo quiera el bético Gómez de Celis) se pondrá la camiseta de los paisanos del precursor del octubre ruso y el mayo francés.
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