En tránsito
Eduardo Jordá
¿Tú también, Bruto?
último fin de semana de vacíos de agosto antes del gran regreso impuesto por caer el 1 de septiembre en lunes. Buena temperatura, pero un leve e intermitente nublado pegajoso que no servía para imaginar acogedores otoños que no llegan hasta los santos y los difuntos. Lo que anunciaba este gris sucio y débil azul eran los sofocos de nuestro terrible septiembre que han invadido octubre. Hay una referencia objetiva: el 16 de octubre de 2021 el Gran Poder caminó hacia los Tres Barrios por Luis Montoto bajo un sol de justicia. O más bien de injusticia: no hay derecho a que tras cuatro meses de calores el fantasma del verano le gane el pulso al otoño.
Fin de semana de luz sucia en una ciudad también sucia. Suelos guarros y pegajosos, pavimentos –inadecuados por porosos– llenos de churretes que ni El Milagrito podría limpiar. Y fea, confesémoslo, tras más de medio siglo de mal gobierno, bárbaros derribos, mala arquitectura y desastrosas intervenciones supuestamente modernas. A veces se nos cae la venda y vemos la ciudad como es tras tantos años de desprecio de autoridades y ciudadanos por su patrimonio en nombre de una modernidad tan mal interpretada bajo el franquismo como en democracia. Los tres tiempos de la Encarnación lo simbolizan: apertura de Imagen a finales de los años 50, derribo del mercado en 1973 y defecación de las setas en 2011.
Les recomiendo que recuperen el artículo del arquitecto Fernando Mendoza –Premio Nacional de Conservación de Bienes Culturales– A vueltas con la calle Imagen, publicado en este periódico el 28 de marzo de 2015, del que les ofrezco un aperitivo: “En el momento de apertura de la calle Imagen la ‘renovación urbana’ se entendía generalmente por la demolición total de los sectores históricos y su sustitución por arquitecturas de su tiempo. No existía la rehabilitación urbana. (…) La construcción de la calle Imagen fue un negocio especulativo apoyado en el espantajo que se utiliza en nuestra ciudad cuando se pretenden hacer barbaridades: ‘La modernidad’. (…) Que culminó en los años setenta en más de trescientos derribos de edificios históricos al año, según denunciaba la exposición ‘La destrucción de la ciudad’ organizada en la misma calle Imagen por el desaparecido CEYS del Colegio de Arquitectos”. Roma locuta, causa finita.
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