El entrenador del FC Barcelona, Xavi Hernández, durante una rueda de prensa.

El entrenador del FC Barcelona, Xavi Hernández, durante una rueda de prensa. / EFE/Alejandro García

Amenazó con irse. De hecho, dimitió de facto. Buscaba un golpe de efecto para cohesionar al equipo y afrontar las competiciones que restaban con la gallardía suficiente para un club histórico. Hubo quien pensó que quizá se trataba de un asunto personal, frenaba la presión que lleva implícito ser el líder espiritual del grupo para hacernos ver la titánica gesta que acometía cada día. Se le notaba tenso, desencajado, su oratoria decaía, pero nadie en el club percibió los síntomas.  

Sacrificaba su cargo por un bien superior, un último gesto para buscar la gracia de los dioses balompédicos. También, visto lo visto, necesitaba una adhesión inquebrantable a su persona. ¿Cómo no abrazar su filosofía de juego, la liturgia de un fino estilista o estadista? Él que era el “puto amo” en el césped, un director de orquesta inigualable capaz de recorrer los campos de España, con Peugeot o sin él, no podía estar equivocado. Tras un tiempo de reflexión, decidió que las masas en los estadios coreaban su nombre. “Xavi, le decían los más osados, que lo de quédate quizá sea irónico”. Sin embargo, una integrante del “staff”, le mostraba imágenes del Cerro del Cabezo asegurándole que eran manifestaciones de fervor para que se quedara.  

Después de tener al club y a la parroquia en estado de alarma, sin un atisbo de autocrítica, resurgió cual Cid Campeador y comenzó a soltar mandobles a diestra y siniestra. Renovada la misión e identificados los males patrios, emprendería una nueva cruzada en la Liga y en la Champions. No obstante, un editorial de “El Mundo Deportivo” se cuestionaba si ese “hiperliderazgo” y ese pasar del club para tomar decisiones capitales era buena cosa para el presente y para el futuro de la institución. 

Tras su retiro, en su primera entrevista en el “Chiringuito de jugones”, se le notó ciertamente cansado, los días de reflexión le habían exigido renovar tácticas y argumentarios y así no se puede desconectar. Marta Carazo, Messi la proteja, de Estudio Estadio, osó con hacerle perder el hilo con pertinentes preguntas. Ni caso Negreira, ni nada, cuando se tiene una misión superior, todo lo demás es una confabulación blanca. “Aquí no basta con ganar, hay que jugar bien”, repetía una y otra vez. “Pero, entrenador, ni gana ni juega bien”. “Otra de la caverna”, decía entre dientes y sin perder una sonrisa esquiva. 

En sus últimas y abultadas derrotas, concluyó que, sin duda, eran superiores y que la historia y la mayoría social así lo acreditaban. La temporada acaba, pero la “xavineta” se reinventa para la próxima. Hablamos de creyentes y fútbol.  

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios