Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Estoy de acuerdo con el presidente del Gobierno. Al margen de los motivos científicos, que no discuto, cada vez que llega el cambio de hora siempre pregunto si tengo que adelantar el reloj o atrasarlo, si me tengo que levantar una hora antes o una hora después. Es superior a mí. Me pasa igual con el tiempo, nunca distinguí los ciclones de los anticiclones, será porque ya no salen el barco K o la isla de Alborán; y no digamos la información de la bolsa: el que pierde, el que gana, el que empata. Sale airoso el Banco de Sabadell de la opa hostil y bajan sus acciones; pierde el pulso el BBVA y suben las suyas. No hay que cambiar la hora; en cualquier caso cambiar el siglo, que va camino del Cambalache del tango.
Nunca entendí el cambio de hora como no entiendo a este presidente del Gobierno que cuando todos piensan que baja, sube; que cuando lo desdibujan se inventa un cuadro impresionista. En realidad no quiere cambiar la hora para no cambiar nada, puro Gatopardo, fiel a su gran ideóloga, Tamara Seisdedos, no cambié, no cambié, no cambié. Frente al cambio de la hora, nos quiere vender que ha llegado la hora del cambio, aunque no tengamos suelto.
Le voy a robar a un amigo que me ha invitado a participar en la presentación de su libro (Medianálisis) una de sus perlas, la de confundir la lucha de clases con la lucha de frases. El autor del libro y del hallazgo es Francisco Sierra, catedrático de Periodismo y diputado por Sumar. Dos luchas genuinamente marxistas: la primera, de Carlos Marx; la segunda, de Groucho Marx. La parte contratante de la primera parte. En la lucha de clases, los ricos siempre precisaron de los pobres. Pepe el de la Matrona, como cuenta Ortiz Nuevo en su biografía del cantaor, proponía para acabar con el capitalismo que los pobres no procrearan, que no tuvieran hijos. Por esa misma ecuación, los listos, que no son precisamente los sabios, siempre precisaron de los tontos. Alberti era un tonto y lo que vio lo hizo dos tontos. ¿Por qué no celebrar la Nochevieja a la misma hora en todo el mundo? La aldea sería global de verdad y al alcalde de Vigo lo harían secretario general de la ONU. Dejen la hora como está, cambien como mucho un minuto. La quinta parte de la eternidad según la canción de Víctor Jara.
Franco tampoco era muy partidario de cambiar la hora hasta que alguien voló sobre el nido del cuco. Es lo único que inventaron los suizos, dice Orson Welles en El tercer hombre. Ahora todos, hasta yo mismo, hablamos del cambio de guardia de las manecillas del reloj. En Radio Aljarafe retransmitíamos el Guti y un servidor los partidos de fútbol del Betis y el Sevilla en un programa al que le llamamos Árbitro, la hora. Están el hombre del tiempo y el hombre de la hora, con esa evidencia melancólica de que los minutos pasen mucho más despacio que los años. Éstos vuelan, aquellos se arrastran como gusanos, un tren de sesenta vagones que van a verse liberados de la manía de cambiarlos, nunca supe si para delante o para atrás, la culpa siempre será del chachachá. ¿Tiene usted hora?
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