Jóvenes: rebeldes con causa

17 de agosto 2025 - 03:11

Cada informe es más demoledor que el anterior. Cada estudio sociológico que se hace sobre la juventud española actual arroja más luces sobre su malestar y más datos para justificarlo. Si no estamos ya ante una generación perdida, estaremos ante una generación a punto de perderse.

El informe anual del Consejo de la Juventud refleja que el porcentaje de jóvenes españoles de entre 16 y 29 años que logró salir del hogar familiar para emanciparse fue en 2024 del 15,2%, el más bajo desde 2006 (primer año en que se realizó este estudio). Más datos. Un joven trabajador deseoso de abandonar la casa de sus padres necesitaría, de media, el 92% de su salario para irse a vivir solo a un piso alquilado. Si pretendiese, en plan ambicioso, comprarse un piso como pudieron hacer sus padres, y quizás sus abuelos, necesitaría destinar el 64% de su sueldo mensual durante muchos años a pagarse la vivienda (sin contar con la hipoteca, enorme losa a largo plazo).

Sea en propiedad o en alquiler, la vivienda se ha puesto imposible para millones de españoles por la acción combinada de un mercado inmisericorde que no responde más que al beneficio, la ineptitud y pasividad de los gobernantes nacionales, autonómicos y locales –cuando han empezado a reaccionar, con grandes aspavientos, quizás es demasiado tarde, y sólo hay margen para poner parches– y la eclosión de los apartamentos turísticos, esos grandes reductores de la oferta de viviendas.

En fin, la vivienda va camino de convertirse, si no lo es ya, en el problema número uno para los jóvenes españoles, más grave aún que la precariedad en el empleo o la insuficiencia salarial. Afecta con crudeza a su proyecto de vida: precisamente en los años en que están llamados a independizarse, crear una familia propia o, en todo caso, volar solos, es cuando menos posibilidades habitacionales se les brindan. Y en lo colectivo abre una tremenda brecha generacional: sus abuelos tienen garantizado por ley el poder adquisitivo de sus pensiones. Los jóvenes pueden pensar que se están destinando muchos recursos públicos a asegurar el bienestar de los jubilados y pocos a ayudarles a ellos a instalarse en la vida adulta y fundar un hogar propio. Tal vez sean comprensivos y solidarios, pero se sienten discriminados. Fuera de juego.

Como esta situación de déficit e inasequibilidad de viviendas no tiene visos de arreglarse ni con un previsible cambio de gobierno, lo que crece es la desafección juvenil hacia la política. No a un partido tradicional, sino al conjunto de los partidos democráticos. La edad impone cierto grado de radicalismo que a menudo se cura con el tiempo, pero mientras dura se traduce en el cuestionamiento del sistema. Hoy día lo antisistema no se identifica con la izquierda radical ni, por supuesto, con la derecha liberal o conservadora. Lo antisistema aquí y ahora es la ultraderecha populista en sus distintas versiones. Desgraciadamente es el refugio más a mano de los jóvenes airados con horizonte personal oscuro. Con trabajos precarios, salarios cortos y viviendas imposibles. Se ve en todas las encuestas.

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