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Una asombrosa precocidad es el rasgo distintivo de la saga Le Pen, la familia más activa en la política francesa desde la fundación de la V República. El patriarca Jean-Marie fue diputado por primera vez en la Asamblea Nacional en 1956 con solo 28 años, el más joven de aquella legislatura; su hija Marine alcanzó su primera elección como consejera de Nord-Pas-de-Calais –equivalente a diputado autonómico aquí– en 1986 con 30 años, en tiempos en que el sistema electoral hacía imposible que el Frente Nacional obtuviera representación en París. El caso de Marion Maréchal, nieta de Jean-Marie y sobrina de Marine, es más extraordinario, pues con 22 años, en 2012, fue elegida para la Asamblea Nacional, la más joven diputada de toda la V República (también probablemente la más bella), donde tuvo actuaciones y discursos deslumbrantes. El próximo domingo, Jordan Bardella, presidente de Agrupación Nacional y pareja, o lo que exactamente sea, de Norwenn Olivier, otra de las nietas de Le Pen, puede obtener la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional y convertirse en primer ministro. Tiene 28 años y desde los 23 es diputado en el Parlamento Europeo.
La juventud de Bardella, su natural falta de experiencia en puestos de gestión y el hecho de que tampoco se haya distinguido, como sí lo hiciera Marion, incluso con menos años que él, por la posesión de un corpus doctrinal sólido, lleva a muchos analistas, y no solo a los hostiles, a pensar que quizá no sea negativo que Agrupación Nacional no consiga la mayoría absoluta ahora. Macron no agota su mandato hasta 2027, la necesaria cohabitación sería más que difícil y la situación de Francia es de verdadera gravedad tras el fracaso de los sucesivos gobiernos de Renaissance, el partido de Macron. En esas condiciones, tratar de aplicar las medidas del partido de los Le Pen, especialmente las de más calado social, vinculadas al control de la inmigración masiva y a la seguridad pública, se antoja un cometido casi imposible. El previsible desgaste de Agrupación Nacional pudiera afectar críticamente a las expectativas de Marine en las elecciones de 2027, esas sí absolutamente decisivas.
Lo cierto es que hoy el viejo partido de los derrotados, de los represaliados y ultrajados, de los despojados y pisoteados una y otra vez, es el partido de la esperanza de una nueva Francia. A lo largo de cincuenta años, los Le Pen siempre estuvieron ahí.
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