En tránsito
Eduardo Jordá
¿Tú también, Bruto?
Me llegan los ecos de una polémica que ha pasado de las redes a los medios impresos. Una influencer con tres millones de seguidores ha dicho: “Creo que hay que empezar a superar que hay gente a la que no le gusta leer. Y encima no sois mejores porque os guste leer. A todos nos inculcaron la lectura en algún momento de nuestras vidas, y todos tuvimos que probar. Pero hay gente a la que le gusta y gente a la que no”. La polémica es aún más tonta que sus simplonas palabras. Todos sabemos que hay gente a la que le gusta y gente a la que no le gusta leer. Solo el universo de las redes y los influencers pueden tomar por “reveladora” o “provocativa” esta verdad del barquero. Y por supuesto todos sabemos que leer no hace mejor a nadie, como demuestran los libros que han alimentado barbaries y los hideputas muy leídos que hemos tratado o de los que hemos tenido noticia. Eso sí, hay que puntualizar que leer sí suele hacer más inteligente, más crítico, más libre, más empático, más sensible, más abierto a las corrientes profundas de la vida.
No se debe entrar al trapo de polémicas imbéciles y simplonas. Pero tampoco, dado el eco que ha tenido la cosa por los muchos seguidores de la influencer, dejarlas pasar. Malos tiempos son aquellos en los que hay que explicar lo obvio. Y lo obvio, como bien ha dicho un profesor de Lengua y Literatura de un instituto madrileño en Público, es que pensamiento y lenguaje van unidos, por lo que si empobrecemos el lenguaje, empobrecemos también el pensamiento como afirman neurólogos, psicólogos, psiquiatras, filósofos y pedagogos. Este empobrecimiento es hoy una realidad mucho más preocupante que la tontería de la influencer, que solo es un síntoma más de ello vista su capacidad de generar seguimiento en este universo Farenheit 451 en el que interesa que se piense menos y se consuma más.
Que el hombre medio alcance la talla de un Aristóteles era el ideal de Trotsky. “Instrúyanse porque necesitamos toda nuestra inteligencia. Conmuévanse porque necesitamos todo nuestro entusiasmo”, escribió Gramsci. La lucha por la igualdad incluye la cultura: que nadie, por razones de discriminación socioeconómica, se vea privado de disfrutar de lo mejor que se ha escrito, pintado, esculpido, compuesto o filmado. No se lee para ser mejor, sino para ser más.
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