
El balcón
Ignacio Martínez
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En estas páginas se contaba hace unos días que Athenaica ha reeditado el estudio sobre el pintor Pedro de Campaña del “malogrado” profesor Enrique Valdivieso. ¿Malogrado?, me pregunté con tres interrogaciones como llaves de castillo medieval. Un profesor que ha fallecido a los 81 años, aún pleno de facultades y activo, elogiado merecidamente por sus discípulos y alabado con sincera espontaneidad por muchos que sólo lo han escuchado o leído, ¿malogrado? Que haya encontrado la muerte, junto con su esposa, en un desgraciado accidente doméstico no puede confundirnos. Una persona malograda, según el DLE, es quien no llega a su natural desarrollo o perfeccionamiento, y viendo la vida cumplida del profesor Valdivieso desde luego no se puede decir que no haya llegado a su total desarrollo y perfeccionamiento.
La palabra malogrado es un comodín que suele usarse al tuntún, quizá porque parece más trágica que desgraciado. Desgraciado puede ser cualquiera, basta con tener algo de mala suerte, pero a alguien a quien el mal se le atravesó en su camino, dejándolo listo, aunque hubiera llegado a su natural perfeccionamiento se le llama malogrado porque parece más grave, víctima de un daño mayor. Y no es así. Malogrado futbolista fue Antonio Puerta, que no pudo desarrollar el potencial que ya despuntaba, y también Rubén de la Red, que no ha tenido que morirse para ser un futbolista malogrado, sólo debió retirarse en sus inicios para no acabar como Puerta. Juan Gómez Juanito no es un malogrado futbolista, porque en el fútbol lo hizo todo, si hasta Curro Romero le cortó la coleta al colgar las botas. ¿Que murió con menos de 40 y en muchos aspectos pueda entenderse que su vida quedó truncada? Pues sí, pero en su profesión, el fútbol, no fue un malogrado.
Malogrados fueron Carole Lombard, James Dean o John Cazale, Fredo en El Padrino, que rodaron muy pocas películas y sólo pudieron mostrar brevemente sus dotes, sin tiempo para desarrollarlas con plenitud. De Gloria Grahame, Richard Burton o Rock Hudson, que murieron cuando ya habían dado lo mejor de sí, ¿se puede decir que fueran malogrados porque murieran rondando los sesenta, quizá con tiempo de hacer aún uno o dos papeles memorables, o quizá ya destinados al mero recuerdo? Desaparecidos con alguna oportunidad por venir, tal vez, pero malogrados, no. De quien tuvo tiempo de dar lo mejor de sí en su ámbito profesional no se puede decir que se malogre porque la muerte lo pille a traición, o antes de tiempo (como dijo el gran Stevenson, que también murió joven, y no malogrado, por cierto, siempre viene antes de tiempo), sino que tuvo un desgraciado fin. No quitemos a quienes la mala suerte o la muerte privó demasiado pronto de llegar a ser aquello que estaban llamados a ser ese grado supremo de desgracia que es el malogramiento, aplicándoselo a cualquiera que sufra un definitivo revés. Además de incorrecto, sería como malograrlos por segunda vez.
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