Mantillas de España

03 de mayo 2025 - 03:10

Es curiosa la vida. Nunca me soñé como un cruzado defensor de la mantilla española, pero heme aquí dispuesto a alzar el noble acero toledano por el honor de esta prenda que, según los arqueólogos más castizos, se remonta a la protohistoria patria.

Resulta que, al igual que millones de personas en el mundo, dediqué el pasado sábado por la mañana a haraganear al mismo tiempo que echaba de vez en cuando un ojo a la retransmisión televisiva de los funerales del papa Francisco. Como buen españolito criado en la época en que en España solo había un canal de televisión, tiendo a ver los acontecimientos importantes en TVE, algo de lo que nunca dejo de arrepentirme (en fin, qué les voy a contar de las contradicciones y paradojas del ser humano). En un momento dado, entrevistaron a una conocida periodista de la cadena que fue durante años corresponsal en Roma. Para ilustrar la espontaneidad y sencillez del Papa (por si no nos habíamos enterado todavía), la reportera contó lo feliz que le hizo a Francisco que se presentase a una audiencia vestida con un traje de flores y no de negro. Hasta ahí, todo muy chachi. El problema es que, después, hizo mofa de la mantilla y la peina española, dejándola como prenda extemporánea y ridícula (sin que quedase muy claro si esa opinión era suya o del propio Bergoglio, lo cual sería extraño en un señor que viste con ropas pontificias). Y por ahí no paso. Ni yo ni el espectro de Romero de Torres, que atormentará de por vida a la lenguaraz reportera.

Uno comprende que cualquiera no puede llevar mantilla y peina. Que hay que ser una españolaza con personalidad y taconeo fuerte para vestirse de Dama de Elche. También que para algunas féminas pueda resultar algo anticuado y choque con sus ansias de modernidad, por mucho que Martirio la reivindicase como el tocado ideal de la andaluza posmoderna y liberada. La misma Amparo Rubiales (ese trueno) me contó cómo se negó a llevarla cuando tuvo que representar al Gobierno de la nación en el Santo Entierro. Pero eso es una cosa y otra muy distinta que, desde una televisión pública española, se haga mofa de una prenda que en Sevilla estamos muy acostumbrados a ver (aquí no tiene tanto mérito llevarla), pero que en otras partes de España ya resulta marciana, como ahora se dice en estos tiempos. A muchas mujeres de hoy no les importa ponerse sobre la cabeza un faisán o un nido de perdices para ir a una boda, pero creen que la mantilla es ridícula. ¡Ay dolor, Fabio! ¿Qué se hizo de las manolas bravas de mantilla y navaja en la liga? ¿Qué de las reinas de España tocadas con la blanca blonda, privilegio de las monarcas católicas? Todo es decadencia y apagarse. La mantilla española, también.

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