El mes de las entretelas

17 de octubre 2025 - 03:09

Mi columna de hoy es puro intrusismo, usurpa sin duda y sin criterio las funciones de las compañeras de la sección Wappísima. Al lío: la actual moda para mujer me resulta gazmoña, catetona, triste, insípida, cero favorecedora. Las imágenes que paso con desidia en las aplicaciones de las marcas populares de ropa me dan frío. Hago el esfuerzo de imaginarme con esas rebequitas de cuello bebé, chaquetas gigantes, zapatones de hospicio, blusas que ni el tío de los quesos y pantalones capaces de marcar barriga al palo de la fregona, y acabo dando gracias por no ser de este mundo, es decir, porque las tendencias me hayan pillado a otra cosa. Si en El triángulo de la tristeza, comedia negra que recomiendo, explican que, en progresión a lo carera que sea la ropa, los y las modelos han de poner más cara de asco y hastío, podríamos afirmar que, o España va muy bien y por eso llevamos esta ropa y esta cara de acelga, o que la acedía se está democratizando: hasta las del catálogo del bazar del Lidl me miran con cara de ardentías.

La diferencia entre cualquier moda pasada y la actual es que ahora el personal realmente viste como proponen las grandes marcas y las influencers a su servicio. Y lo hace con ansiedad y compulsión. Baste con visitar el mostrador de devoluciones de Zara y observar las caritas de agobio en las largas colas de arrepentidas. “Señora, eso que devuelve jamás podría sentarle bien. Ni a usted ni a Bo Derek”, dan ganas de declarar. El resultado de esta situación es la cierta orfandad que sufrimos las que nos resistimos a ir vestidas de ursulinas o, por el contrario –no hay punto medio–, al filo de que se nos salgan del outfit trozos de carne a los que la anatomía aún no ha puesto nombre. (Otrosí, algún día habrá que hablar de las melenas, esas largas cortinillas rectas, repartidas de forma cartesiana por una raya-hachazo y recogidas detrás de las orejas. Victoria Federica está haciendo mucho daño). El futuro ya no es lo que era: servidora esperaba un siglo XXI infestado de crestas y trajes metalizados, y no esto.

La cosa se pone especialmente dura en este mes de las entretelas, de octubre caliente en Sevilla. En pocos metros es posible avistar un conjunto formado por un picardías y unas botas listas para acuñar dentro nuevas cepas de microorganismos, o una chaqueta larga de antelina con unas chanclas. Ítem, es posible adivinar cuánto madruga cada cual por el resfriado y el atuendo.

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