Negar lo sabido

26 de noviembre 2025 - 03:08

Por motivos difíciles de entender, el presidente Sánchez anda negando su posible reunión con el señor Otegi en algún caserío bilbaino durante el año 2018. Según ha declarado el señor Koldo García, fue allí donde se urdió la moción de censura que llevaría al señor Sánchez al Gobierno, lo cual parece bastante verosímil. Si fue en el caserío que niega Sánchez, o si fue en una venta de carretera, por acudir a la muy glosada épica del Peugeot (Sánchez, Cerdán, Ábalos y Koldo) hoy en el olvido, carece de la menor importancia. Lo importante, y aquello que causó estupefacción entre propios y extraños, es que el señor Sánchez se aupó a la Presidencia del Gobierno, no sobre hombros de gigantes, como dijeron Newton y otros para justificar sus logros, sino a lomos de varias formaciones, tan pequeñas como poco interesadas en los intereses de España: bien fuera la Bildu de Arnaldo Otegi, bien la pareja formada por Junts y ERC, cuyos máximos dirigentes estaban acusados de sedición o se hallaban fugados de la Justicia.

La baraja política con que jugó –y aún juega– el presidente Sánchez fue esta donde los comodines y las sotas han tenido o tienen una ambigua relación con la democracia española. Sin ella, Sánchez jamás habría sido presidente del Gobierno. Y presumiblemente, tampoco candidato de su partido. Por cierto que, a tenor de lo leído, da la impresión de que el PNV fue a la zaga de lo pactado con Bildu, para no quedarse atrás en el posterior reparto de regalías. El hecho irrebatible, en cualquier caso, es este de sus pactos y alianzas para formar lo que el señor Sánchez llama un Gobierno de progreso, y otros, sin salir de su propio partido, llamaron un Gobierno Frankenstein. No se comprende, pues, esta negación de algo archisabido por todos: el señor Sánchez negoció con Bildu, con Junts, con ERC, con PNV y con otras formaciones su acceso al poder. Y una negociación, como podría decirnos el señor Ábalos, implica ciertos gastos y cesiones.

Uno entiende, en fin, que esta negación presidencial responde a un impulso primario: conjurar la realidad concreta del caserío, de los montes llovidos, de los anfitriones que recibieron al candidato Sánchez. En esa evocación tan viva –“lo tan real, hoy lunes” cantaba Guillén–, somos muchos los que no querríamos ver a ningún presidente del Gobierno.

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