Opuestos

Vericuetos

10 de mayo 2025 - 08:00

Rusia-Ucrania, India-Pakistán, Israel-Palestina, Madrid-Barcelona, izquierda-derecha, Epi-Blas… El cónclave con la elección de León XIV ha enfrentado a cardenales reformistas y conservadores, con la supuesta victoria de los primeros, lo cual se irá viendo en breve. Y como metáfora de la existencia humana resulta maravillosa, porque todo en nuestras vidas está gobernado por los opuestos y por la imperiosa necesidad de posicionarnos por un bando u otro.

Los antagonismos están de moda. Siempre lo han estado. No se puede fomentar un sentimiento de pertenencia sin un resquemor hacia el que piensa diferente, por leve e imperceptible que sea este recelo. En el fondo, la razón de ser de una facción siempre necesita a la parte contraria para justificar su existencia y dar motivación a sus alegatos. Por eso no se puede creer en el bien sin la posibilidad del mal; y viceversa. Ya dejaron clara muchas mentes antes que nosotros la idea de que todo es Uno y, por tanto, resultaría inútil fomentar el odio polarizado en el que vivimos. Pero esa universalidad del destino jamás caló en la humanidad y quienes la defienden son tildados de idealistas, ilusos y casi siempre en enemigos de la unidad. Es ese un matiz que suele pasar desapercibido por simple confusión de términos, ya que quienes defienden la universalidad también se enfrentan a la unidad.

Y nuevamente viceversa… No es posible apostar por la igualdad y la concordia respetuosa entre los pueblos y, al mismo tiempo, fomentar el cierre de filas sin fisuras. Lo universal no concibe fronteras; lo unitario las fomenta. Y si lo segundo puede resultarnos proteccionista, lo primero puede parecernos utópico. Por tanto, la piedra clave del edificio social siempre será el término medio, como media es la posición donde se coloca la piedra clave de un arco para que este no se derrumbe. Pero no; cada vez se nos exige mayor radicalismo y por desgracia cada vez resultan más atractivos sus cantos de sirena a quienes se dejan llevar por ellos hasta encallar sin remedio en los escollos de la confrontación permanente.

Por fortuna, a menudo me encuentro con excepciones que me hacen mantener la esperanza en ese concepto de Uno y, a la vez, diverso. Pero no seamos demasiado espléndidos con nosotros mismos, no vayamos a creernos tan importantes como para pontificar verdades absolutas, cuando ya vemos que todo es relativo. Que cada cual siga su instinto y, a ser posible, intente comprender a su opuesto, no vaya a ser en realidad un espejismo. O lo que es peor, usted mismo retándose a muerte.

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