En tránsito
Eduardo Jordá
¿Tú también, Bruto?
Era 1952, venía diciéndoles a propósito del centenario de Oscar Peterson y su encuentro con Fred Astaire, cuando cambió la suerte del bailarín. La estrella del rey del Broadway de los años 20 y el Hollywood de los 30 palidecía. Pero quiso la suerte que aquel año el productor Arthur Freed, el rey de los musicales, animado por el éxito de sus arriesgadas operaciones de usar antiguas canciones de Gershwin y de él en las modernas comedias musicales Un americano en París (1951) y Cantando bajo la lluvia (1952), tuviera la idea de convertir The Band Wagon, la comedia de Arthur Schwartz que Fred y Adele Astaire estrenaron en Broadway en 1931, en un musical que partía de una idea que solo el sentido del humor y la bonhomía de Astaire podía aceptar: mientras en Hollywood se subastan su bastón y su sombrero de copa, una vieja gloria del cine viaja a Nueva York para participar en un musical moderno opuesto a lo que él representó. Dirigido por Minnelli, se convirtió en Melodía de Broadway 1955, uno de los mejores musicales de la historia que contiene, entre otros, los dúos antológicos con una apabullante Cyd Charisse The Girl Hunt Ballet o Dancing in the Dark.
Mientras se rodaba, Norman Granz, el mejor productor de la historia del jazz, que adoraba a Astaire desde que en 1935 vio 20 veces seguidas Sombrero de copa, le propuso grabar cuatro elepés con un recorrido por su carrera en clave de jazz. Al principio Astaire, que juzgaba ajustadita su voz, se negó. Pero el entusiasmo de Granz le convenció. Para crear una atmósfera de intimidad que permitiera relajadas improvisaciones solo le acompañó un sexteto formado por Oscar Peterson (piano), Barney Kessel (guitarra), Ray Brown (bajo), Alvin Stoller (batería), Charlie Shavers (trompeta) y Flip Phillips (saxo tenor).
Los cuatro elepés conformaron una obra maestra conceptual en la que Astaire hablaba a los oyentes presentando sus canciones o establecía improvisados diálogos entre el piano de Peterson y su claqué. Disfrutaron tanto durante las sesiones de grabación en diciembre de 1952 que, a su término, Peterson le dedicó Blues for Astaire y este regaló a los músicos una pulsera de oro con la inscripción With Thanks, Fred A. que Peterson llevó toda su vida. Háganse un favor y oigan The Astaire Story.
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